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ARMA Y PADRINO

45 aniversario y poco que celebrar

La liquidación del Estado de derecho (y no es hiperbólica alerta con afán enfático sino rigurosa crónica) está en marcha

Ni muerto ni funeral

Más 'Torrente' que 'The wire'

Rebeca Argudo

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El 12 de julio próximo se cumplen 45 años de la conformación del primer Tribunal Constitucional en España. Y, en lugar de conmemorar el cuadragésimo quinto aniversario de un hito, de la «coronación del Estado de derecho en España» (como lo definió su primer ... presidente, don Manuel García-Pelayo), parece que en lo que andaremos será en lagrimear por su deterioro. Es preocupante para nuestra democracia el desprecio de la mayoría de sus miembros y de su propio presidente, en inusual y desacomplejada dejación de funciones, al cometido y responsabilidad de la institución que hasta ahora había sido figura clave para la consolidación de la democracia y principal valedora de nuestra Constitución. Pero no se me equivoquen en el diagnóstico: no se trata esta de una enfermedad súbita, una repentina dolencia aparecida sin síntomas y de manera sorpresiva. Esto es fruto de un proceso, culminación metastásica (y tristemente previsible) de una corrosión que se iniciaba en los primeros años del nuevo milenio, cuando PP y PSOE cambian la política de nombramiento de sus magistrados y, aparcando irresponsablemente el mérito y la capacidad como único aval legítimo (renunciando por compromiso democrático a tacticismos electoralistas e injerencias del poder político), acuerdan un reparto de cargos con base en la ideología y la militancia (aquello tan viejo y pueril de «uno p'atí, uno p'amí, uno p'atí, uno p'amí»). Y lo vimos y lo dejamos estar. Pero si a lo ya consolidado se suma ahora el advenimiento de un sátrapa con apariencia de demócrata y formas de 'latin lover' en piloto automático, sin freno moral ninguno y con una cáfila de oompa loompas serviles prestos a la orden, el resultado, alehop, es un terreno fértil para instrumentalizar un TC sin capacidad de reacción y defensa ante la usurpación: la liquidación del Estado de derecho (y no es hiperbólica alerta con afán enfático sino rigurosa crónica) está en marcha. Y es que lo que la mayoría de los magistrados del TC, con Conde-Pumpido a la cabeza, ha avalado no es solo una infame y más que discutible amnistía para los separatistas. Lo que avala con ello es la voladura de la independencia y la libertad que se presuponen a la propia institución como garante jurisdiccional de la Carta Magna. Se ha rebajado su loable función a la mucho menos proba de organismo felatorista encargado de satisfacer toda aspiración personalista de un presidente que confunde, constante e interesadamente, el método democrático con el ideal democrático: el primero le es útil, el segundo le es ajeno. Y eso solo puede significar que no se contempla en absoluto la alternancia en el poder, principio democrático fundamental, porque si de verdad es tan peligroso lo que hay enfrente («que viene la ultraderecha»), la principal preocupación de un demócrata sería blindar la separación de poderes y su independencia. Precisamente para salvaguardarlas de injerencias de futuros poderes políticos que pudieran poner en peligro nuestra democracia. A no ser que…

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