Perdigones de plata
Operación anaconda
El naturalista no sólo nos mostró la fertilidad de las selvas, sino también lo fecundo de nuestro idioma
Bola de fuego
Orejas de coliflor
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Iniciar sesiónIrrumpía desde el nebuloso horizonte un rústico esgrimiendo un garrote de trancazo inminente. Trotaba hacia la cámara y, entonces, vociferaba aquello de «¡El lobo, el lobo!» mientra sonaban esos acordes del gran Antón García Abril que te retorcían el alma de la pura emoción. Aquella ... entrada destilaba el perfume de la victoria y te anclaba sobre el sofá. 'El hombre y la tierra', de Félix Rodríguez de la Fuente, cumple medio siglo y ese programa nos explicó que los bichos no eran alimañas que merecían exterminio, ya fuese un gorrioncillo caído desde su nido, un zorro que se cruzaba por la noche frente al coche o ese cuervo con la pata quebrada que te miraba desde unos ojos chisposos como de Poe en fase etílica.
Cuando los tiempos del VHS, qué tiempos, lanzaron una serie de vídeos de 'El hombre y la tierra'. El primero: 'Operación anaconda', o sea cuando a Félix ese monstruoso reptil casi le arranca media faz en feroz ejercicio de cirugía asilvestrada. Se libró del beso mortal gracias a sus reflejos. Acudí veloz hasta el quiosco porque necesitaba repasar aquel momentazo de mi infancia. Compré esa cinta y, además, para disimular, una de la vigilante y turgente dama playera Pamela Anderson en la cual nunca salía vestida. Disimulé porque, en aquellos años, tampoco deseaba que el quiosquero se burlase de mí. «Esta es para mis sobrinos, ya sabes», le dije sujetando la de las anacondas mientras le guiñaba el ojo. España, en aquella época, en efecto era diferente. Enchufé el vídeo y alcancé el extásis cuando el ofidio proyecta su enorme boca con relámpago de tahúr. Pero lo que de verdad me impresionó fue el verbo de don Félix. Cómo hablaba. Menudo lenguaje preciso, rico, ajustado y lubricado. El naturalista no sólo nos mostró la fertilidad de las selvas, sino también lo fecundo de nuestro idioma. Y siempre alejado de la pompa y la pedantería. Si a nuestros escolares, al menos una vez por semana, les inyectasen en el aula un capítulo de 'El hombre y la tierra', otro gallo cantaría y otra anaconda bufaría.
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