Perdigones de plata
Ni golpe y cobrar
Es decir, la vieja aspiración de muchos humanos, y no sólo de los de estas latitudes
El desparrame
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Quizá la madre de todas las series, la que rompió moldes asfaltando nuevos caminos, la que escapó de las rutinas bobaliconas, fue 'Luz de luna'. La blonda espiritual Cybil Shepherd y el chico malo Bruce Willis le hablaban al espectador saltándose la cuarta pared ... como en aquellos clásicos de los Marx, y la tensión sexual que alcanzaron sus personajes todavía no se ha superado. Dirigían una agencia de detectives (era la excusa) poblada por empleados frikilondios. En un episodio, organizan una huelga. El grito de guerra era: «¡Ni golpe y cobrar!». Es decir, la vieja aspiración de muchos humanos, y no sólo de los de estas latitudes aunque acarreamos inmerecida fama de adictos a la vagancia. Lo de no pegar ni chapa pero cobrar una buena pasta forma parte de las ensoñaciones universales. «¡Ni golpe y cobrar!» Qué maravilla.
Con las propuestas de Yolanda Díaz acerca de la reducción de los horarios laborales he recordado ese «¡ni golpe y cobrar!». En el fondo, y de eso se trata, pretenden encauzarnos hacia esas dulces zonas de molicie rotunda. Ignoro si a la vice aquel capítulo desternillante, con la señorita Topisto actuando de feroz sindicalista comegambas y el calzonazos McGillicudy de eficaz subalterno en la rebelión proletaria, le impresionó tanto como a mí. No parecen nuestros dirigentes personas leídas en exceso ni tampoco conocedoras de las series de antaño que fertilizaron el actual auge audiovisual.
Lo malo de trabajar lo mínimo o nada es que los dineros que nos alivian en materia alimenticia, para cicatrizar la hipoteca o para sufragar el resto de banales fruslerías que jalonan nuestro devenir cotidiano, necesitamos que brote de alguna parte. Acaso los que siempre consiguieron su soldada desde el generoso manantial de las arcas públicas creen firmemente que, agazapado en la rebotica de una covachuela, yace un cuerno de la abundancia que vomita doblones de oro de manera ilimitada. «¡Ni golpe y cobrar!» Yo me apunto, que conste. Lo malo es que la fiesta siempre la patrocina los de siempre: nosotros.