Perdigones de plata
El desparrame
Cuando desparramo, por mera educación, por genuino pudor, no le arreo la tabarra al prójimo
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El 'chou' debe continuar
Ingenioso, cultísimo y faltón, siempre merece la pena recordar uno de los arrebatos más célebres de Agustín de Foxá, por ejemplo ese «soy aristócrata, soy conde, soy rico, soy embajador, soy gordo, y todavía me preguntan por qué soy de derechas…». Bueno, pues por ... parafrasearlo un poco, sin su gracia, que eso es irrepetible, digamos que soy valenciano, soy superviviente de la ruta del bakalao, soy soltero, soy morador de un ático, soy fumador, soy coleccionista de vinilos, y todavía me preguntan que si estoy en contra del desparrame…
Tuvo que acudir Jorge Javier Vázquez al Congreso para vindicar el desparrame y el descontrol cuando la fiesta del Orgullo, no sé si para sermonearnos algo perdonavidas o para reñirnos como si fuésemos una de aquellas tertulianas que compartían plató con él. No discuto que la suya sea una voz autorizada en la materia, pero el desparrame no pertenece en exclusiva a un colectivo, a una ideología, a un partido político, a los amantes del jevi metal, a los disfrutadores del piano de Thelonious Monk o a los que gastan una sensibilidad de acusadas inquietudes entre noctívagas, engolfadas y festivaleras. El desparrame se lleva dentro, y suele estar ahí, presente, latente, palpitante. Unos ratos hibernado y otros desatado. Ahora bien, como en todo, existen los matices. Unos preferimos el desparrame íntimo, reconcentrado, solitario, fertilizado por los tormentos y las obsesiones que atraviesan los recovecos de nuestras entrañas y, otros, escogen el desparrame que se publicita, se promociona y se proyecta hacia el exterior. Si en «mi hambre mando yo», que le soltó un tipo orgulloso a un cacique arrogante, lo mismo sirve para nuestros desparrames. Por lo tanto, cuando desparramo, por mera educación, por genuino pudor, no le arreo la tabarra al prójimo. Me lo monto discretamente en mi morada, saco la bestia a pasear para que no se anquilose y se acabó. Sólo me gustaría encontrar cierta reciprocidad con los desparrames del prójimo. Sólo eso. Pero en fin, máximo respeto y allá cada cual.