TIEMPO RECOBRADO

Sobre la memoria histórica

Nunca he creído que pueda existir una memoria colectiva de la historia

Colapso

Plomo fundido

El final de la campaña vasca ha estado marcado por la negativa del candidato de Bildu a llamar a las cosas por su nombre. Que ETA fue una banda terrorista que asesinó a casi 900 personas es una trágica obviedad que no necesita demostración. Otegi ... y su entorno nunca reconocerán que ETA fue una organización criminal porque pertenecieron a ella o fueron sus herederos. Desde el asesinato del inspector Melitón Manzanas en 1968, la banda produjo decenas de documentos y testimonios que acreditan que eran entusiastas partidarios del tiro en la nuca. Ellos lo justificaban por una lucha contra un pretendido Estado opresor cuando España ya era una democracia.

Lo que resulta repugnante es el relato que Sortu, el núcleo duro de Bildu, quiere imponer a la sociedad vasca. Todavía siguen homenajeando a etarras con delitos de sangre y ensalzando sus hazañas. Ello hace incomprensible la alianza parlamentaria del PSOE con esta marca, a la que ha entregado la Alcaldía de Pamplona y con la que pactó la nueva ley de memoria histórica que pone bajo sospecha la Transición. Nunca he creído que pueda existir una memoria colectiva de la historia y también pienso que estas leyes por iniciativa socialista tienen un sesgo ideológico que contribuye a una visión maniquea de nuestro pasado. La historia admite muchas interpretaciones, pero los hechos son sagrados. Por eso, también me parece un error que ahora se intente blanquear el franquismo, omitir que fue una dictadura y que hubo una represión brutal tras el final de la Guerra Civil.

Crecí en mi infancia en una familia marcada por ese drama. Mi abuelo estuvo a punto de ser fusilado en la estación de Miranda porque los falangistas le acusaron de haber saludado con el puño en alto. El clima de rencor quedó instalado en mi entorno cercano donde se hablaba en voz baja de las 'sacas' y los 'paseos' de los nacionales.

La Guerra Civil fue una época atroz en la que se cometieron terribles crímenes en ambos bandos. No hubo ni buenos ni malos. Nada de lo que enorgullecerse. Por eso me apunto a las palabras de Azaña de «paz, piedad y perdón», algo que desgraciadamente no sucedió.

Decía Orwell que quien impone su visión del pasado puede controlar el futuro. Así lo creo. Y ello explica esa pugna por revisar ese pasado e interpretarlo en función de los intereses políticos del presente. Ello no sólo carece de sentido, sino que resulta impúdico casi medio siglo después de la muerte de Franco y de los 85 años transcurridos desde el final de una contienda en la que los hermanos se mataban por ideología. Dejemos este periodo trágico para los historiadores. Sin olvidar el pasado, hagamos por fin las paces y evitemos ver al que no piensa como nosotros como un enemigo. Nuevamente la historia se repite, aunque otra vez como farsa.

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