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Más dura es la caída

El Platanito es una metáfora de nuestra existencia. A medida que cumplimos años, vamos cayendo en el pozo profundo de la decadencia y el olvido

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El pasado sábado estábamos cenando en un restaurante de Chamartín cuando apareció entre las mesas Blas Romero 'El Platanito' vendiendo lotería. Fue un famoso torero en los años 60 que rivalizó con El Cordobés y fue cayendo en el olvido tras un declive tan rápido como su ascenso ... . Desde hace cuatro décadas, se gana la vida en la calle. Sigue trabajando a sus 78 años.

Curiosamente yo había escrito un perfil suyo en este periódico a principios de 2022. Lo recordaba de verle torear por televisión. Y me había preguntado en ocasiones qué había sido del personaje. Fue Antonio Ferreras quien me dijo que él le compraba lotería. Y poco después de esa conversación me topé con El Platanito en un local de mi barrio.

El matador, nacido en Castuera, había pasado su adolescencia en un reformatorio y vino a Madrid para huir de la pobreza. Su nombre de batalla obedecía a que había sido jornalero en un almacén de plátanos. Se hizo rico y famoso con 20 años, pero lo perdió todo. Tras su retirada, montó un espectáculo del bombero torero, que tuvo que cerrar.

A pesar de todas las dificultades, me impresionó su aire de dignidad y lo pulcramente que viste. Ha envejecido bien y es un hombre educado que no insiste ni pide conmiseración. Al verlo, pensé en lo dura que debía de haber sido su vida. Y sentí tristeza por su condena a deambular por los locales de Madrid a una edad en la que muchos se convierten en ancianos que salen a tomar el sol en un banco.

Sí, la vida es dura, muy dura. Estamos inermes ante todo tipo de desgracias, pero una de las peores es haber caído desde lo más alto a la nada, de tenerlo todo a peregrinar en las noches del invierno para vender décimos de lotería en los bares.

En cierto modo, El Platanito es una metáfora de nuestra existencia. Todos somos él porque, a medida que cumplimos años, vamos cayendo en el pozo profundo de la decadencia y el olvido. Unos con más dignidad y otros, con menos. Pero, como decía Simenon, no hay que juzgar sino comprender.

La reflexión es extensible a la política. Me vienen a la memoria decenas de dirigentes, ministros y altos cargos que, tras disfrutar del poder y los halagos, son hoy jubilados que cuentan sus batallas a sus nietos y que nadie conoce cuando se cruza en la calle con ellos. Algunos como Zapatero logran un breve momento de gloria. Otros ni siquiera eso.

Así que la vida no sólo es dura sino también breve. Sufrimos de la enfermedad del presentismo sin ser conscientes de la fugacidad de las cosas. También Sánchez pasará algún día al olvido y, probablemente, la historia lo juzgará con rigor. Él no lo sabe, pero el tiempo ha empezado ya a socavar su pedestal. Como un castillo de arena en la playa, tarde o temprano, acabará por desmoronarse. Lástima que cuando uno se da cuenta, siempre es demasiado tarde.

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