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Los premios y el reconocimiento se dan a quienes comparten una misma visión de las cosas
Charlatanería
La memoria formateada
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Iniciar sesiónLa actriz Karla Sofía Gascón no estará hoy en la gala de los Goya. Tampoco aspira ya a ganar un Oscar porque ha sido cancelada. De convertirse en un icono de la modernidad ha pasado a ser un personaje proscrito y repudiado. Unos tuits ... racistas e intolerantes la han condenado a ese inframundo donde habitan los muertos vivientes. Ya puede abandonar todo esperanza de volver al reino del que ha sido expulsada.
Karla Sofía Gascón fue ensalzada por su papel en 'Emilia Pérez', una película en la que encarna a un transexual. Su brillante interpretación fue reconocida unánimemente al mismo tiempo que era elevada a la condición de símbolo por su transformación personal. Ahora, es repudiada por sus opiniones, rescatadas del olvido.
Quienes expresan su decepción como Yolanda Díaz o la demonizan como algunos colectivos ponen el foco de atención en sus ideas, que consideran que son un motivo justificado para excluirla de cualquier reconocimiento. Sus méritos como actriz pasan a un lugar secundario.
Es una forma de dejar patente que es más importante en la trayectoria de un artista, sea un actor, un escritor o un diseñador, su ideología política que su talento y su creatividad. Dicho con otras palabras, los premios y el reconocimiento se dan a quienes comparten una misma visión de las cosas y no a quienes rompen los cánones de lo políticamente correcto.
Según esta concepción, Borges tendría que haber sido cancelado por su marcado conservadurismo, Picasso debería pasar al olvido por los malos tratos a sus mujeres y los edificios de Le Corbusier, demolidos por sus simpatías con el fascismo. No les estoy comparando con Gascón. Esos ejemplos sirven para demostrar la falacia de valorar el arte por las creencias de los artistas.
Si el caso de esta actriz no es anecdótico es porque revela las consecuencias de llevar las políticas identitarias hasta su extremo. Hemos entrado en unos tiempos en los que importa más quién es el autor que la propia obra. Ello produce una distorsión a la hora de apreciar el arte.
Todos sabemos que hay cineastas, actores y escritores mediocres que son elogiados y apoyados por su afinidad al poder y su sintonía con las causas de la izquierda. Incluso las tonterías que dicen son acogidas como revelaciones que iluminan a la humanidad.
Lo que le ha sucedido a Karla Sofía Gascón es injusto, entre otras razones, porque se niega su derecho a cambiar de opinión como si sus antiguas palabras fueran una marca indeleble. Una actitud que evoca la creencia cristiana en un pecado original imborrable, fruto de haber desobedecido los designios de Dios.
Un sector de la izquierda, del colectivo LGBTI y del feminismo se arroga en este caso el papel de un Dios omnipotente, que reparte certificados de buena conducta. Gascón debería ser juzgada por lo que es: una actriz.
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