tiempo recobrado
Camus y la clemencia
Escribe que hay «acallar la misercordia» y castigar a quienes considera responsables de la muerte de amigos como Desnos y Politzer
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Iniciar sesiónHay una fotografía de Albert Camus que estuvo durante años pegada a la pared de mi dormitorio. Está tomada en agosto de 1945 durante el juicio a Petain. El anciano general aparece sentado en el banquillo con la mano en el mentón en actitud reflexiva. ... Tiene el pelo blanco, viste un uniforme sin galones y el quepis de mariscal está sobre una mesa. Frente a él, se sientan tres filas de periodistas que toman notas. En la segunda, se halla Camus con una mirada ausente, como si quisiera desconectar de lo que sucede en el tribunal. Y, al fondo, los jueces, el fiscal y los abogados, vestidos con toga, que miran a un testigo que declara.
Desde enero a finales de 1945, muchos colaboracionistas se sentaron en el banquillo. Camus, que era redactor jefe de 'Combat', siguió todos esos juicios. En la mayoría de los casos, los reos fueron condenados a muerte. Escribe en ese momento que hay «acallar la misercordia» y castigar a quienes considera responsables de la muerte de amigos como Robert Desnos y Georges Politzer. Camus polemiza con Mauriac y con Claudel, que son partidarios de la clemencia. En una carta a Mauriac, le acusa de ser «un escritor de humor» y le lanza este mensaje: «Rechazaremos hasta el último momento una caridad divina que frustraría la justicia de los hombres».
El 25 de enero de 1945, el dramaturgo Marcel Aymé le envía una carta en la que le pide que se sume a un manifiesto dirigido a De Gaulle para solicitar que Robert Brasillach, escritor germanófilo y fascista, no sea ejecutado. Dos días después, Camus le responde. Merece la pena leer este documento en el que traza una profunda reflexión sobre la justicia y la clemencia.
Camus expone que siempre le ha parecido «atroz» la pena de muerte, pero recuerda a Aymé la crueldad con la que se comportaron Brasillach y sus cómplices. Rechaza las razones humanitarias que invoca su colega y afirma: «Usted dice que el azar rige las opiniones políticas. No tengo ni la menor idea al respecto. Pero lo que sí sé es que no escogemos por azar aquello que nos deshonra». A pesar de ello, cede y firma el manifiesto porque no pretende venganza sino justicia.
El general De Gaulle hizo caso omiso de la petición de indulgencia y Brasillach fue fusilado diez días después de que Camus se adhiriera al texto suscrito por Valéry, Cocteau, Mauriac, Claudel, Anouilh y Colette, que insistían en la necesidad de cerrar las heridas de la ocupación.
Para Camus era mucho más importante la reprobación moral de esas conductas que el castigo penal que consideraba justo. Y quería que quedara claro que lo primero era mucho más importante que lo segundo. Por eso, dice en su carta que, si Brasillach se salva, jamás le volverá a estrechar la mano. La ignominia nunca se borra. En eso creía Camus más que en las sentencias de los jueces.
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