renglones torcidos
Apología del gañán
A la derecha adormecida sólo le ha importado la estabilidad económica y la paz social a cualquier precio
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Facha y mesetario (7/9/23)
Ayer paseaba por colinas cercanas a mi casa y me topé con un compañero de caminata con quien comencé a conversar. A un capitolino se le debe antojar este fenómeno algo tremendamente ajeno y extraño, pero los pueblos de España y yo somos así, señores. ... Por desgracia, la conversación acabó derivando hacia la política. El hombre, en la sesentena, era un fiel votante socialista. Solté una carcajada cuando despotricó de Feijóo. «Y el gallego este, ¿de qué va? No se sabe si sube o si baja, un día una cosa y al siguiente la contraria. No es como la de Madrid, ésa al menos va a cara descubierta». Me gustó ese concepto: ser mala, pero no ocultarlo. También me resultó graciosa esa capacidad de Feijóo para ponernos de acuerdo a muchos a la hora de enjuiciarlo. Es una hazaña que sólo consigue él, junto con Ayuso y Otegui: estos dos últimos generan apreciaciones muy distintas, pero hay unanimidad de criterio para afirmar que resultan transparentes en sus intenciones, más allá de las cautelas a las que la política obliga. Debería incluir a Abascal junto a la tríada, pero él ya es el mal hecho político para demasiados. Por puro odio pocos reconocen también en él esa transparencia que lo vuelve cero sorpresivo. Así les va a muchos analistas. Señores, no se dejen llevar por sus bajas pasiones si quieren tener éxito en su oficio.
Desde lo comentado se comprende que yo no pueda estar más que satisfecha con Óscar Puente, Baldoví o el señor que le tocó la jeta al alcalde de Madrid. Suele decirse que el demonio es el padre de la mentira y, por tanto, prefiero que estos tres individuos se muestren como lo que son, unos gañanes. Me quedo con ellos una y mil veces antes que con Sánchez y sus ademanes encantadores de dependiente de Emidio Tucci, esos que tienen la amabilidad de hacer sentir aún como burgueses acomodados a señores que van camino de no ver un duro en sus pensiones de jubilación. Se ha querido hacernos ver que los arrabaleros arriba mencionados son casos aislados que no merecen estar donde están. Los españoles no nos merecemos esto, clamamos indignados poniendo el gritito en el cielo. A mí, sin embargo, me parece de lo más natural del mundo, especialmente si meditamos sobre la expresión «representante político» en un sentido literal. Llevamos décadas de manipulación informativa y educativa, ¿plantamos patatas y esperamos que crezcan vides? Otro tanto ocurre con la derecha adormecida, a la que sólo le ha importado la estabilidad económica y la paz social a cualquier precio. De aquellos polvos, estos lodos, no entiendo la cara de estupefacción de la mayoría ante la política y sociedad españolas. Para más inri, insistimos en la parte legal de la cuestión: ¿a quién se le ocurre que los problemas de una sociedad entera los cambia apelar a la Constitución? A gente que no ha entendido nada de la naturaleza humana. Ni el más gañán ni la mayor tropelía conseguirá abrirle los ojos.