renglones torcidos
Abusos sexuales en la Iglesia
Me pregunto si el hecho de acostumbrarse tanto a la mentira les impide ver lo evidente
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No hay peor ciego que el que no quiere ver, nunca fue más cierta esta afirmación. Resulta chocante, si tenemos en cuenta lo sencillo que resulta ahora acceder a la hemeroteca. ¿Qué habrá sido antes, el huevo o la gallina?, ¿votantes con miedo cerval a un fascismo español inexistente ... o los palmeros de los medios de comunicación que deforman y justifican no sólo el engaño, sino las cuestiones más delirantes? Este ambiente en el que nadie es capaz de ver que el rey está desnudo será objeto de futuras tesis doctorales. Lo que más desconcertará al investigador será elaborar una teoría en la que toda esta paranoia colectiva obtuvo su fuerza en el miedo al fascismo.
Cualquiera que haya tenido presencia de ánimo para echar un vistazo a la prensa del régimen esta semana habrá podido admirar las distintas maniobras para distraer o justificar la inminencia de la amnistía. Los primeros días se echó mano de los abusos sexuales en la Iglesia para, después, agarrarse de los pelos ante las manifestaciones convocadas en las sedes del PSOE. Me pregunto si el hecho de acostumbrarse tanto a la mentira les impide ver lo evidente; primero, quienes fueron a Ferraz fueron los primeros en abuchear y tratar de expulsar a los infiltrados radicales. Segundo, los católicos somos los primeros a quienes nos desgarra no sólo el abuso y violación de menores, sino el descubrir que la Iglesia ocultó muchos casos de forma deliberada. 'Corruptio optimi pessima' («la corrupción de los mejores es lo peor»). A quien se le presupone intentar ser el mejor lo erigimos como guía, como ejemplo a seguir.
El peligro de quien sustenta tamaña carga es la tentación de confundir el dar ejemplo con imponer castigos ejemplarizantes. Quedan muchos casos de abusos por resolver en el seno de la Iglesia. Quizá por esto algunos han tenido la genial idea de recurrir a lo que René Girard bautizó como el chivo expiatorio: el inocente indefenso sobre el que cargar todas las culpas de una comunidad dada. Este parece ser el caso de José María Martínez, el laico con el que la Iglesia se está saltando a la torera las normas más fundamentales del Derecho Canónico, entre otras la de no poder ser juzgado dos veces por el mismo delito. Este segundo juicio tendrá lugar esta semana y, debido al (mal)trato que está recibiendo por parte de la Iglesia, ha escrito una carta abierta a Su Santidad en la que expresa con mucho cariño por qué se siente condenado 'a priori'. A pesar de esto, Martínez permanece fiel a la Iglesia, que, como todos sabemos, es pecadora. El problema no es el pecado, sino que nos volvamos ciegos a él, en especial cuando hablamos de injusticias que, desde fuera, nos cuesta muchísimo entender. Habremos de esperar al juicio y confiar en que el Papa, como vicario de Cristo en la Tierra, tenga a bien aclarar lo que de momento sólo resulta absolutamente doloroso y desconcertante. Tengamos fe.