LA TERCERA
El regreso de Stefan George
«En 1933 los nacionalsocialistas le ofrecieron la presidencia de la Academia de Literatura y los honores que él eligiera. George rechazó el ofrecimiento y se fue a Suiza, donde moriría ese mismo año fatídico en que Hitler tomó el poder. Los nazis se apropiaron indebidamente de Stefan y le rindieron todo tipo de homenajes póstumos. Pero ese 'Imperio nuevo' que traduce al español 'Das neue Reich' distaba mucho del Reich que Hitler y sus cómplices apadrinaron»
Navalni: morir de frío
Un viejo libro
Luis Alberto de Cuenca
El arabismo 'azar' rige la vida de los hombres y los ritmos del Universo. Unos lo llaman así, azar, y otros prefieren el latinismo 'Providencia' (con P mayúscula) para explicarlo todo. El caso es que el azar –o la Providencia– me condujo una tarde, hace ... quince o veinte días, a una de las estanterías de mi babélica biblioteca en busca de la primera edición del 'William Shakespeare' (1864), de Victor Hugo, para extraer una cita de las páginas que dedica a Macbeth. Al topar con el libro me di cuenta —hacía mucho tiempo que no frecuentaba ese estante– de que los libros que flanqueaban la introducción a Shakespeare que redactó el autor de 'Los miserables' como prólogo a los 'opera' del Bardo que había traducido al francés su hijo menor, François Victor, eran los dos libros siguientes: uno de los 500 ejemplares de que consta la edición príncipe de 'Le cimetière marin' (1920), de Paul Valéry, y otra 'princeps' de factura externa impecable y elegantísima, ni más ni menos que 'Das neue Reich' (1928), del poeta alemán Stefan George (1868-1933), autor con quien yo había mantenido relaciones literarias muy intensas allá por los años 70 y 80 del siglo XX y que tenía a día de hoy muy olvidado.
Tan olvidado lo tenía que cuando, entusiasmado ante el hallazgo de 'Das neue Reich' en su preciosa edición berlinesa publicada por Georg Bondi, me afané en buscar otros libros de George, encontré, protegida todavía por su funda de plástico y, por lo tanto, virgen de lectura por mi parte, la 'Poesía completa' bilingüe que apareció en Ediciones Linteo (Orense, 2015), a cargo del infatigable José Luis Reina Palazón, un libro bilingüe de cerca de 800 páginas que supuso un antes y un después en la recepción de Stefan George en nuestros pagos.
Hice un gurruño con el plástico que protegía dicha 'Poesía completa' y perseveré en la búsqueda de otros libros de George cuya ubicación recordaba vagamente. Mi pesquisa tuvo un final feliz, pues aparecieron otros dos libros con poemas de Stefan traducidos al castellano: una antología de 1959 titulada 'Poemas' (1890-1928) y preparada por José Vicente Álvarez, con sabroso estudio preliminar (Córdoba de Argentina, Ediciones Assandri), y un pequeño florilegio bilingüe de 84 páginas, rotulado '60 Poemas de Stefan George' y traducido por Clotilde Schlayer (Düsseldorf-Múnich, Fundación Stefan George, 1964). Me acordé de inmediato, al ojear y hojear este último libro, encuadernado en tela blanca con letras doradas, que lo había comprado en uno de mis viajes a Alemania con mi padre con motivo de la Feria del Juguete de Núremberg, adonde fuimos juntos en cuatro o cinco ocasiones entre mis quince y veinte años de edad. El descubrimiento de 'Das neue Reich' y mis búsquedas posteriores consiguieron que prescindiera el resto de la tarde y la mañana del día siguiente de cualquier otra actividad que no fuese celebrar el regreso de Stefan George a mi vida lectora, y es ese regreso lo que estoy celebrando en estas líneas.
George detestaba a los periodistas y a los intelectuales. Tenía muy pocos libros en su biblioteca (como Borges en la suya) y solía burlarse de las bibliomanías de sus discípulos. Dejó escrita una frase de esas que te convierten en un marginado social, en un auténtico apestado para el pensamiento 'politically correct': «Ein Volk is tot, wenn seine Götter tot sind». Una frase en la que hablaba, como casi siempre a lo largo de su obra, el griego de época clásica que llevaba dentro.
Abominó del público. Abominó de la modernidad. Abominó de las intrigas literarias. Fundó un Kreis que era una especie de academia platónica. Un círculo del que formó parte, entre otros, el conde Claus von Stauffenberg, ejecutor del fallido atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944. No ocultó nunca su desdén por los cargos políticos, las jerarquías oficiales y las celebridades en boga.
En otro orden de cosas, a Stefan George le fascinó siempre nuestra lengua. Le gustaban más los endecasílabos españoles que los italianos. Llegó a inventarse un nuevo idioma, rico en vocales como el griego antiguo y parecido fonéticamente al castellano, en el que escribió versos delirantes, preludiando los excesos 'pánicos' del gran Fernando Arrabal en los últimos setenta años. Fue educado en el catolicismo. Admiró la majestad de la Iglesia de Roma. Admiró al Papa León XIII, a quien llama «adalid tardío de una Iglesia cansada». Cantó a Fra Angelico, al inefable emperador Heliogábalo (en 'Algabal'), a los francos (cuando Neustria y Austrasia formaban parte de la misma entidad nacional), a los templarios. Cantó la fabulosa Porta Nigra de Tréveris, y a Manlio, un efebo que se prostituía ante soldados decadentes de la Roma tardía.
Cantó la Alemania mágica y secreta en su 'Das neue Reich', cuya primera edición brilla y relumbra en el despacho donde escribo. Cantó, por encima, acaso, de todo, a Maximilian Kronberger (Maximin), un adolescente amigo suyo en quien George celebra, al modo helénico, la corporeización de su añorada imagen de la Humanidad, un muchacho a quien Stefan adoraba y que moriría combatiendo en la Primera Guerra Mundial. Amó al pueblo alemán como muy pocos alemanes (y él era lorenés) lo han amado a lo largo de la Historia.
En 1933 los nacionalsocialistas le ofrecieron la presidencia de la Academia de Literatura y los honores que él eligiera. George rechazó el ofrecimiento y se fue a Suiza, donde moriría ese mismo año fatídico en que Hitler tomó el poder. Los nazis se apropiaron indebidamente de Stefan y le rindieron todo tipo de homenajes póstumos. Pero ese 'Imperio nuevo' que traduce al español 'Das neue Reich' distaba mucho del Reich de los mil años que duró solo doce y que Hitler y sus cómplices apadrinaron.
Hace más de medio siglo, cuando el mundo y yo éramos jóvenes, escribí en mi libro 'Elsinore' (1972) un poema de amor de título shakespeareano, 'What You Will', en el que el poeta decía a su amada que recitaba muy bien 'Das neue Reich' y uno de los sonetos de 'Hymnen'. Debo de ser uno de los pocos poetas de nuestra área lingüística que ha introducido en un poema suyo los títulos de dos obras de Stefan George. Esa complicidad remota justifica, sin duda, los párrafos que anteceden. George ha vuelto a mi vida por un rato. ¿O es que no se fue nunca?
es miembro de la Real Academia de la Historia
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