tigres de papel
Libres de pecado
Esta sociedad que se dice progresista es más barroca y hasta más farisea que nunca y en su ignorante furor olvida la indulgencia y el perdón
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Iniciar sesiónNo sé en su caso, pero en el mío, mi biografía está plagada de errores. En mi vida he tenido que pedir perdón en demasiadas ocasiones y las personas que me quieren, muchas más de las que merezco, llevan décadas demostrando una enorme generosidad conmigo. ... Para ser justos diría que esa magnanimidad la han ejercido de forma permanente y he disfrutado de la indulgencia y la comprensión de quienes supieron ver en mis faltas una expresión de la humanidad que a todos nos pertenece. Pensaba en ello el otro día, mientras escuchaba al seleccionador Luis de la Fuente pedir disculpas, una y otra vez, ante las preguntas de algunos periodistas. De la Fuente había aplaudido las patéticas palabras de Rubiales y las cámaras que ahora todo lo registran inmortalizaron el gesto. En su rueda de prensa, cuando le preguntaron, vi en él el miedo y el temblor de quien siente pudor por la falta cometida ante un auditorio que juzga. Es la misma congoja que yo he sentido y que he visto sentir y que expresa la madera torcida de la que estamos construidos. Un malestar que persigue en la conciencia una inútil posibilidad de resarcirnos.
Escuchando al seleccionador pude reconocer la expresión de un hombre torpe, valga la redundancia, que con dificultad intenta edulcorar el amargor de su propio fallo. Ante el auditorio inquisidor pensé qué mundo podríamos construir si esta teatralidad moral y toda esta energía acusadora la orientásemos hacia nuestros propios actos. Pero no, siempre preferimos imponer la señal de Caín en la frente a quienes tanto se asemejan a nosotros. Si es por ti por quien doblan las campanas, insensato, también es tu humanidad la que se pone en juego en el fracaso ajeno.
Viendo a De la Fuente sentí que, de algún modo, sus errores se me parecen. Porque yo también he tenido jefes mediocres y también los he aplaudido, o he sonreído con gesto estúpido o he intentado comprender lo incomprensible. Quizá no de forma material pero sí he avalado y celebrado acciones e instrucciones que sabía que eran injustas. A veces por el efecto de una marea pero, también en ocasiones, por mi propio miedo y mi exclusiva pequeñez. La vida casi siempre nos regala un tiempo extra y nos brinda la posibilidad de cambiar y mejorar, pero no somos tan distintos a nadie. Ni siquiera al peor de nosotros.
Beato aquel que conserve su hoja de servicios perfectamente inmaculada, aunque estoy seguro de que podríamos ordenar nuestros juicios morales de un modo distinto al del cómputo de los méritos y las culpas. Esta sociedad que se dice progresista es más barroca y hasta más farisea que nunca y en su ignorante furor olvida la indulgencia, el perdón y la misericordia. No sé ustedes, pero yo veo demasiadas piedras y hace tiempo que dejé de creer en quienes se dicen libres de pecado.
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