la barbitúrica de la semana

Informar es de extrema derecha

Un comunicado en defensa de Borja-Villel, sin autoría atribuida, denuesta el periodismo independiente

Aunque «basta el espacio de una lápida para contener, encuadernada en musgo, la versión abreviada de la vida de un hombre, los detalles siempre importan», escribió Nabokov en 'Risa en la oscuridad', una novela que relata la historia de un hombre –un crítico de arte, ... por cierto– que se queda ciego. Aquel libro, como esta columna, es la historia de un descalabro. A comienzos de semana se publicó en el diario 'El País' un comunicado firmado por más de mil personas vinculadas al mundo del arte y la cultura en defensa del director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), Manuel Borja-Villel. El texto glosa la gestión del director, lamenta que el responsable de la institución no haya renovado en su cargo y responsabiliza a la «extrema derecha» de desatar una «guerra cultural» que convirtió a Borja-Villel en «presa y botín» de una cacería.

No se menciona en ese comunicado a la sección de Cultura de este diario, pero es evidente que esta especie de esquela hagiográfica –cuya autoría no se atribuye a ninguna institución, asociación o particular– alude como «irrupción mediática de la extrema derecha» a la información publicada por ABC durante la segunda quincena de enero: una serie de reportajes respaldados por documentos que daban fe de irregularidades en los contratos firmados por la institución y que impugnaban los méritos de Manuel Borja-Villel para optar a la renovación en su puesto, el mismo que ocupa desde hace 15 años.

Porque los detalles importan –sobre todo en los descalabros–, el comunicado que glosa a Borja-Villel casi como un perseguido se publica en las páginas de un diario que ha procurado, al menos desde sus inicios, la observancia del correcto proceder periodístico. Equiparar la información contrastada por un equipo de periodistas con la «irrupción mediática de la extrema derecha» se parece bastante a la costumbre de los populismos autoritarios de acusar de terrorismo o conspiración a los medios que denuncian infracciones, desmanes o irregularidades en sus gobiernos. La prensa miente, los periodistas engañan… frases que podrían haber dicho Donald Trump o Jahir Bolsonaro.

Lo significativo de este asunto radica en el hecho de un medio que acepta publicar –insisto: sin revelar su identidad– el texto de alguien interesado no en defender a Manuel Borja-Villel –eso sería legítimo, faltaba más–, sino en desacreditar las denuncias documentadas sobre su gestión hechas por otro medio de comunicación. Ese es el verdadero problema: erosionar la libertad de información desde el propio lugar donde dice ser ejercida, custodiada y fortalecida. Ahora resulta que denunciar es una forma de crispación. La simpleza de la operación, su naturaleza vergonzosa y antiperiodística empeora al constatar que muchos reporteros suscriben un texto que defiende al poder y señala a la prensa independiente.

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