La Tercera
Sobre hombros de gigantes
César Alierta tenía el propósito de sacar a España de cualquier encorsetamiento empresarial para incluirla con ambición y tenacidad en el gran tablero global
Las disciplinas de lo humano (9/1/2023)
José María Álvarez-Pallete
Ayer, 10 de enero, fallecía César Alierta en su ciudad natal, en Zaragoza. A aquellos que tuvimos la suerte de conocerle, nos deja un gran vacío, pero también y, sobre todo, la profunda sensación de privilegio por haber podido convivir con él.
Si uno de ... los aspectos más gratificantes de vivir es poder cambiar el curso de la vida, abrir puertas y llegar más lejos, entonces, sin lugar a dudas, su vida ha sido plena.
Abrió puertas para muchas personas. Supo dar oportunidades a los que le rodeaban. Persona de una enorme humanidad, humilde y cercano, sabía interesarse por la gente. Quería conocerla mejor y saber más de cada uno para sentirse más cerca de todos. Generoso en compartir y noble de corazón, quiso apostar por la gente y hacerla crecer con él. Allá donde fue su fuerza era contagiosa y su sana ambición nos impulsaba a querer llegar más lejos, a confiar en nosotros mismos, a no tener complejos, pero tampoco arrogancia alguna. César abrió muchas puertas para que muchas personas pudieran llegar más lejos y llegar mejor. Abrió puertas para que muchas empresas y proyectos salieran adelante. Desde el Banco Urquijo a Beta Capital. Desde Tabacalera a Telefónica, todos sus proyectos profesionales tienen un denominador común, crecimiento e innovación. Inquieto e inconformista, siempre quería mirar más lejos, imaginarse nuevos horizontes y, por supuesto, llegar hasta ellos para demostrar que, efectivamente, estaba en lo cierto. Rápido, intuitivo y visionario vivió a impulsos y así tomó algunas de sus grandes determinaciones, forzando al cerebro a escuchar lo que su corazón ya había averiguado varios metros antes. Si como decía Don Quijote la valentía está en algún lugar entre la prudencia y la temeridad, César era un hombre valiente, porque era atrevido sin ser temerario. Hizo de la internacionalización, del crecimiento y de la innovación sus señas de identidad, y consiguió imprimirlas allá donde estuviera. Y supo derribar aquellas puertas que se resistían a abrirse para que con él pasaran hacia lugares donde valía la pena estar.
Abrió puertas para su Zaragoza, para su Aragón y para su España, porque en su corazón había espacio para todos. Así era César. Llevó su tierra y su país con orgullo por todos los rincones del mundo. Conseguía que todos nos sintiéramos un poco maños porque era imposible no serlo cuando se estaba cerca de él. Cada vez que sobrevolaba su valle en el Pirineo o su Zaragoza, nos hacía levantar del asiento y nos señalaba algo con idéntico entusiasmo. Llevó el nombre de nuestro país con orgullo por el mundo y sentía en carne propia cualquier cosa buena o mala que nos pasara. Vivía con pasión recordando quién era y de dónde venía. Así era él. Y así quería ser, sin olvidarse nunca de quién era: alumno aventajado de una generación que tenía el propósito de sacar a España de cualquier encorsetamiento empresarial para incluirla con ambición y tenacidad en el gran tablero global.
Abrió puertas para su familia y amigos. Era incapaz de no interesarse por la vida de los que le rodeábamos. Nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros viajes…, todo aquello que le ayudara a comprender mejor a los que estaban cerca de él le interesaba sinceramente. Su increíble memoria le hacía recordar detalles que le hubieran contado meses antes y preguntarte por ellos. Apoyó y ayudó a cuantos pudo. Su generosidad y su entrega eran tan grandes como su corazón.
Abrió también muchas puertas a mucha gente que no conocía. Especialmente a niños. Tal vez porque sabía que allí, entre lo más pequeño, estaba un futuro que él ya había visto antes. Hizo de la Fundación Telefónica y, sobre todo, de ProFuturo, su proyecto de vida. Quiso, a través de la tecnología y la educación, cambiar la vida de millones de niños, especialmente en Latinoamérica, tierra a la que amaba y con la que estaba profundamente comprometido. Quiso mucho a aquellos países, donde siempre encontraba una tarea inacabada, un sueño por construir, una labor pendiente para continuar con su proverbial optimismo e infatigable actividad. Del corazón de César nació entonces ProFuturo tras una conversación con el Papa Francisco y con su querido y admirado Isidro Fainé. Ambos se empeñaron en reducir la brecha educativa a través de la educación digital de calidad. Porque quisieron, otra vez, abrir puertas allí donde nadie las abre y sólo unos pocos saben que si hay una puerta es únicamente para que se pueda atravesar.
Bernard de Chartres dejó escrito: «Si he podido mirar lejos es porque he podido avanzar subido sobre los hombros de gigantes». En mi caso y en el de mucha gente que ha tenido el privilegio de convivir con César hemos podido mirar lejos por tenerle cerca, por tenerle pendiente y con esa curiosidad intacta.
Llevaba Telefónica cosida a su corazón y su memoria queda cosida al alma de nuestra compañía precisamente ahora que cumplimos los primeros cien años, como si quisiera haber esperado para llegar a ese centenario.
Se va una persona excepcional, un corazón desbordante, abierto de par en par, que ha tenido una vida excepcional y que ha ayudado a que otras muchas vidas sean también excepcionales. Se va a reunirse con Ana, a quien tanto echaba de menos y que era, también, alguien excepcional. Su compañera leal, su brújula y su guía. Una mano tendida en la vida.
Se va César y nos deja un vacío enorme y la cálida sensación de haber vivido momentos únicos.
Deja una huella enorme. La huella de un gigante.
es presidente ejecutivo de Telefónica
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