la suerte contraria
Un zahorí en Génova
La ponencia delimita el perímetro ideológico para saber qué es el PP, y también para saber con quién puede aliarse sin dejar de serlo
El abismo
No los den por muertos
Hay trabajos complicados, qué sé yo, el peluquero de María Luisa Segoviano, el vigilante de las catenarias de La Sagra, el coordinador de la ponencia política del PP. Este último es el más duro. En primer lugar, porque nadie la lee. En segundo lugar, porque ... nadie la entiende. Podríamos pensar, por lo tanto, que a todo el mundo le da igual lo que escribas, pero la realidad es otra: son esos que no la leen o que no la entienden los que más la critican. Así que podría venir a redactarla el mismo Adenauer, que daría igual: el tertuliano es inclemente.
Yo me he tomado la molestia de leerla. Y es buena. Hay contenido político y es evidentemente superior a todo lo escrito en el PP en años. Creo que se lo deben a Alma Ezcurra, una de las voces más inteligentes del PP y, en cualquier caso, resulta un acierto intelectual y político. En lo intelectual porque posiciona al partido inequívocamente en el centro-derecha, sin complejos, pero sin estridencias. Y en lo político porque traza una frontera de cara a futuros pactos. La ponencia delimita el perímetro ideológico del espacio político, no solo para saber qué es el PP, sino también para saber con quién puede aliarse sin dejar de serlo. Dicho de otro modo: la ponencia es una fábrica de límites con la que acudir a las mesas en las que se decidirán los pactos. No es ponerse la venda antes de la herida: es ir a comprar la venda porque va a hacer falta. ¿Significa esto que se aleja de Vox? No necesariamente. Significa que establece condiciones. Que, si hay que pactar, sólo se hará desde aquí. Que la derecha puede sumar, pero jamás fusionarse.
Y en un país donde la derecha ha ido desdibujando sus límites hasta quedar irreconocible, es un paso importante. La ponencia desliza una voluntad de recomposición doctrinal que conviene mirar con atención. Hay referencias al humanismo cristiano, a la libertad como eje rector, a la economía social de mercado. Hay crítica al relativismo moral, defensa del estado autonómico sin exaltaciones recentralizadoras y una mención llamativa al constitucionalismo y a la nación reconciliada del 78, que no parece una apuesta táctica sino una convicción moral.
También hay cierta tensión no resuelta. La ponencia oscila entre una derecha liberal clásica –que bebe de la democracia cristiana y del reformismo europeo– y una pulsión que parece buscar un alma cultural algo impostada. Ese equilibrio aún no está del todo conseguido y a veces el texto parece caminar con una pierna más larga que la otra. Pero la dirección está clara: es un PP que quiere hablar de lo que cree y de por qué lo cree. Y solo eso ya constituye una novedad.
¿Lo aprovechará el partido? Quién sabe. La política española tiene una alta capacidad para autodestruir todo lo que no cabe en un eslogan. Pero si algún día se quiere reconstruir una derecha moderna, con raíces y sin complejos populistas, esta ponencia podría ser el zahorí que ayude a buscar agua en el desierto. Un zahorí en Génova: he ahí otro trabajo complicado.
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