La suerte contraria
Rodrigo
Cortés se limita a la revelación para que cada uno utilice el hallazgo como quiera, pero sin quedarse a escuchar la turra
A un centímetro de la muerte
La perfecta alegría
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Iniciar sesión«La sátira no tiene como función ser justa, sólo reveladora». La frase es de Rodrigo Cortés y forma parte del discurso que pronunció tras recibir el 104 Premio Cavia. Hay que decir que el discurso fue tan bueno que mereció en sí mismo ... otro Cavia, el 105, pero supongo que al recibirlo Rodrigo ganaría el 106 y luego el 107 y esto empezaría a convertirse en algo parecido a lo de Nadal con el Roland Garros. Así que mejor abortarlo desde el origen y dejar las cosas como están, que no están mal. Cuando escuché la frase me acordé de Larra: «El escritor satírico es, por lo común, como la luna: un cuerpo opaco destinado a dar luz. Y es acaso el único de quien con razón se puede decir que da lo que no tiene. Ese mismo don de la naturaleza de ver las cosas tal cual son, y de notar antes en ellas el lado de feo que el hermoso, suele ser su tormento».
La sátira de Larra tiene un objetivo educador. A través de la ridiculización de las costumbres de esa España oscura, analfabeta y decadente del primer tercio del XIX, el autor pretendía poner el foco en aquello que debía ser cambiado. Tengo la sensación de que, al contrario que Larra, Cortés no busca más efecto que el de la revelación. No hay un objetivo moralizante y es algo que se agradece en estos tiempos de 'cometarros' y ursulinas. Es evidente que la verdadera talla intelectual hoy la ponen los que, como él, se apean del adoctrinamiento y se quedan en la fase de descubrimiento y posterior descojono. «Yo señalo, pero nada más», parece querer decir, como reivindicando que cuando el dedo señala la luna, los que miran el dedo no son los necios sino los listos que averiguarán que el dedo mostrado no era el índice sino el corazón. Y que, por supuesto, no apuntaba a ningún lugar. Solo estaba dimitiendo.
Que su objetivo no sea moralizante sino iluminador no significa que no logre un proceso de reflexión. Pero «eso ya es cosa vuestra, a mí no me metáis en vuestras neurosis», parece advertir. Cortés se limita a la revelación para que cada uno utilice el hallazgo como quiera, pero sin quedarse a escuchar la turra. Lo hace también con su 'Verbolario', diccionario oficioso y que también recuerda a Larra, que en su 'Carta de Fígaro a Don Pedro Pascual de Oliver' de febrero de 1836 anunciaba su 'Tratado de sinónimos de la lengua castellana' que tan solo comenzaría a recopilar pero que, desde luego, por lo que he podido ver, trascendía la función anunciada para llegar a algo parecido a lo de Rodrigo. Igual que sus 'rehiletes': «Sostienen que el estatuto no es un cimiento, sino que en él está todo. Sin duda lo leen en italiano ('sta tutto')».
Se me queda corto el texto y largo el sábado. Digamos que la sátira de Cortés, al contrario de lo predicho por Larra, brilló el jueves. Porque cada uno da lo que tiene, así que del maestro de la luz no podríamos esperar otra cosa que palabras deslumbrantes. Y el que, después de ello, prefiera ver el lado feo, es posible que sea porque no ha entendido nada. O porque quizás el opaco es él.
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