Suscribete a
ABC Premium

La huella sonora

Macarena en Viena

Hay quien piensa que ser español es llevarlo todo por delante. Yo, más bien, creo que ser castellano es dejar huella sin hacer ruido

España vacía

OK, 'boomer'

Allí, en un rincón, asomaba, inexplicable, la Esperanza Macarena
José F. Peláez

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hace 533 años Castilla llegó a América, dejando su concepto del hombre y cambiando para siempre el destino de la humanidad. Los castellanos dejamos allí nuestro idioma, nuestra cultura, nuestras leyes y nuestra fe. Pero, sobre todo, nuestra sangre. O lo poco que quedaba de ... ella tras una Reconquista que duró ocho siglos y en la que nos desangramos por completo. Y, sin embargo, con la toma de Granada no terminaba la aventura: el camino hacia el sur llevaba esa sangre hasta Tierra de Fuego, convirtiéndose en mestiza y, por lo tanto, en verdaderamente hispana. Desde una región pequeña y pobre, desde unas montañas al norte de Burgos —allá entre Cantabria, Vizcaya y Álava—, la Castilla expansiva y guerrera se hizo universal. Y es precisamente ese carácter universal lo que impide que exista un nacionalismo castellano. Porque todos los nacionalismos comparten algo -aparte de la boina y la ceja junta-, que es el sentimiento enfermizo y primitivo de que la identidad está ligada a una tierra y que la tierra acaba detrás de una montaña. Pero Castilla no es una tierra sino un concepto. Y ese concepto se extiende desde Utah hasta Chile, desde Murcia hasta California. Está bien recordarlo hoy, que ni siquiera somos considerados una región histórica. En cualquier caso, si con la Reconquista Castilla se diluye en España, con América España se diluye en la Hispanidad.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia