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LA HUELLA SONORA

España vacía

La madre maneja la culpa como puede y piensa en que quizá Eugenio pudo salvarse. Unos segundos sin oxígeno, solo hace falta eso para destrozar una vida

La vida se abre paso en Porto

A lomos de un burro en un pueblo de Las Hurdes belén díaz
José F. Peláez

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Eugenio estuvo a punto de morir el día que nació. Su madre estaba sola y al resto los pilló en el campo. El médico no llegaba y la falta de riego en el cerebro hizo el resto. Daños irreparables, sufrimiento fetal, una catástrofe. Tiene cuarenta ... y pocos años, aparenta más de sesenta y no habla. Y no es por ascetismo, sino porque no sabe. Se comunica con balbuceos y ruidos nasales. Se le cae la baba, un riachuelo de saliva retrasada que nace de un manantial escondido y que muere en un charco de tragedia que ha creado entre los restos de paja y las heces de las ovejas que se juntan en el suelo del corral que habita junto a Montoro, su burro, que estuvo a punto de morir el pasado invierno. Se le peló la panza y adelgazó. Dicen que no saben qué fue lo que le pasó, pero él y yo sabemos que fueron la pena y el frío que ambos pasan en ese corral hediondo.

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