LA SUERTE CONTRARIA

Del todo, con locura, para siempre

No queremos turras de heroínas resentidas como de novela de Simone de Beauvoir

El taxista mudéjar

Rodrigo

No hay nada tan poderoso como un hombre que se sabe querido por la mujer que ama. Un hombre que se siente valorado, reconocido y admirado por su mujer ya tiene todo lo que necesita. Y, cuando sucede, ese hombre comienza a actuar como si ... de algún modo fuera único, una especie de elegido por el destino, por el azar y por Dios para llevar a cabo una misión que dé sentido a toda una existencia. Y de algún lugar entre el delirio y las hormonas surgen la fuerza y la confianza para actuar como un héroe mitad humano, mitad divino, que sale a la calle a cumplir con su obligación, que no es otra que estar a la altura de las expectativas. No existe nada en el mundo tan potente como el amor de una mujer para que un hombre logre convertirse en la mejor versión de sí mismo, que, por supuesto, no es aquella en la que parece un Cantajuegos, un monitor de ocio y tiempo libre o un aliado involucrado en vete a saber qué causa fraudulenta, sino en la que se vuelve el más brillante, el más seguro y el más talentoso. Y, como consecuencia, también el más feliz. Porque al motivo para levantarse a luchar cada mañana se une la confianza en ser capaz de hacerlo. Ese hombre ya no necesita más y es imparable. Como un perro de caza cuando caza, un hombre al que su mujer le admira está guiado por el instinto, por la adrenalina y por la sabiduría de todos sus ancestros congregados alrededor del fuego sagrado. Y entonces lleva al altar de esa mujer todo lo que sea capaz de lograr, como una ofrenda salvaje, redentora y atávica. Todo –incluso la vida, si fuera necesario– a cambio de una sola cosa: un amor verdadero, honesto y ancestral.

Sin embargo, un hombre que se sabe despreciado, minusvalorado y maltratado sistemáticamente por la mujer que ama se convierte en un ser humillado, en un alma en pena, en una excrecencia neurotizada y perdida que no solo no encuentra un motivo para salir de casa cada mañana sino tampoco para volver cada noche. Esa es la gran plaga de nuestro tiempo: la socialización de la derrota, la normalización del fracaso y la conversión de las relaciones afectivas en un campo de batalla entre varias manipulaciones perversas. Una chica se ha hecho famosa en redes sociales porque intenta agradar a su novio. Parece ser tan feliz al hacerlo que me temo que no se lo van a perdonar nunca. De momento, las amargadas de siempre han comenzado su ritual de envidia, acoso y desprestigio: hacer feliz a un hombre es algo pernicioso si el método no cuenta con el 'seal of approval' del aquelarre. Bien, pueden hacer lo que quieran; al contrario que ellas yo sí que defiendo el derecho de cada mujer a actuar como desee. Pero estaría bien que, esta noche, cuando muchas se pregunten por qué están solas, entiendan de una vez por todas que no queremos turras de heroínas resentidas como de novela de Simone de Beauvoir, sino solo una mujer que nos admire, nos reconozca y nos quiera, como diría Luis Alberto, «del todo, con locura, para siempre, como querían antes las hembras de la Tierra».

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios