LA TERCERA
La virtud no es una moda
«El estoicismo está en auge, y eso tiene sus paladas de cal y alguna que otra de arena. Toda divulgación es una vulgarización, y no hay discípulo que esté a la altura del maestro. Cuando el estoicismo degenera en 'coaching', la virtud se trueca por estrategia. Y nunca la hemos necesitado más que hoy, habida cuenta de los vaivenes a los que nos vemos sometidos. No es desdeñable la promesa de verticalidad, autocontrol y dominio de uno mismo que nos hace el estoicismo. La virtud nunca pasa de moda»
Maestros en un paisaje europeo
El idioma de la justicia penal
Jorge Freire
El estoicismo está en auge. Rutilantes youtubers predican la indiferencia desde sus tronos con ruedines y empresarios de Silicon Valley se proclaman discípulos de Zenón de Citio. Luis Enrique, ex seleccionador nacional de fútbol, pregona en su canal de twitch su fervor por la ... ataraxia y el exitoso instructor de fitness Llados, célebre por su colección de Lamborghini, erige su particular Estoa en Miami.
El chiste se hace solo: ¿Quién se imagina a Epicteto paseándose en descapotable por las calzadas romanas? Los mismos que, en principio, imaginan a Marco Aurelio jugando en el Barça como interior derecho. Y, sin embargo, quedarse en el pitorreo supondría no haber entendido nada.
La emersión del estoicismo se produjo en un clima de incertidumbre y desarreglo social, producto del fin de la ciudad-Estado en tiempos de Alejandro. Como el resto de éticas helenísticas, ofrecía soluciones sencillas y al mismo tiempo vigorosas a una población perpleja y atribulada. Eran otros tiempos, dirán los más filisteos, pero ¿acaso no proliferan hoy todo tipo de ideologías, causas y banderías –identidades, las llaman– a las que muchos, sintiendo que pierden pie, se aferran como cuerdas de salvamento? Confiábamos en la aldea global para volvernos ciudadanos del mundo y, al final, vamos tan perdidos como un aldeano en la gran ciudad.
No es casualidad que los nuevos gurúes exploten la vieja fórmula del vendedor de crecepelo sirviéndose de los aforismos y sentencias de los estoicos, apotegmas breves y efectivos que, sacados de contexto, pasan por soluciones mágicas. Como es grato odiar a tales mercachifles, se vistan o no con péplum, el denuesto del estoicismo se convierte en moda intelectual, tanto más acerba cuanto más intenso el éxito popular de esta filosofía.
De ahí que se recupere una vieja acusación: aquella que afirma que el estoicismo es una ética conformista pensada para los ricos. ¿Conformismo? Más bien, determinismo. El sistema estoico, que además de una ética cuenta con una física y una lógica, es tan marcadamente determinista que es difícil ahormarlo a la cultura liberal. No hay lugar para supercherías motivacionales en una filosofía que exige atender al fatum, esto es, el papel asignado por el destino: que el rico se asuma como rico, en efecto, pero que el peón se asuma como peón.
Por otro lado, resulta grosera la acusación de que el estoicismo es una ética para ricos, so pretexto de que Séneca era muy adinerado y que Marco Aurelio era nada menos que emperador de Roma. Pasando por alto que Epicteto había sido esclavo, ¿tiene sentido despachar un sistema filosófico de esta manera? O, por decirlo con otras palabras: ¿Hemos de convenir que el aristotelismo es una filosofía para instructores de reyes y el cinismo una ética para gente que vive en tinajas? ¿Es el kantismo la filosofía de la gente puntual y el spinozismo, la de los pulidores de lentes? Yendo más allá, ¿acaso deben leer a Nietzsche solamente los sifilíticos y a Heidegger aquellos que acostumbran a pasear por el bosque vestidos de tirolés?
Celebremos la vuelta del estoicismo. Pero tengamos presente que estoico no es solo quien aguanta impávido los reveses del destino; más aún, es quien sabe quitar el nombre de «felicidad» a tanto reclamo alborotado. Su fortaleza es mayor que la del bíceps reventón cuando pasa la cámara. ¿Cabe hallar la ataraxia levantando mancuernas? Suponemos que no, pero son sinuosos los caminos que llevan a los clásicos. Tanto, que a veces hasta un 'influencer' de medio pelo puede acercarnos a ellos.
En sus vídeos, Llados predica la disciplina y la renuncia, citando a los maestros de la Estoa. Para él no existen las vacaciones y los fines de semana, pues el trabajo está por encima de todo. Da por hecho que quien se impone una agenda estajanovista termina viendo cómo el destino colma de bendiciones su cuenta corriente. ¿Qué habrían dicho los estoicos de esta curiosa superchería? Séneca, por ejemplo, sostenía en sus Cartas a Lucilio que el trabajo no era ni bueno ni malo. Lo virtuoso estribaba, a su juicio, en ocuparse de cosas honestas. ¿No hay grandeza en, pongamos, ser un buen camarero, por escuetos que sean sus honorarios?
¡Curioso estoicismo este, que confunde la firmeza de carácter con la dureza de rostro! Lo cierto es que si atendemos a los vídeos de algunos de estos mentores –Llados tiene alguno en que nos enseña cómo ganar nuestro primer millón de euros–, no es solo estoicismo lo que hallamos. En el cóctel de su filosofía motivacional se agitan hasta mezclarse ingredientes arcaicos, como las máximas de Epicteto, con elementos espurios y ajenos, como la delirante doctrina de la predestinación calvinista, según la cual es éxito terrenal es signo de la Gracia y promesa de salvación.
No son pocos los que toman a chacota a este musculoso emprendedor, que ha levantado su cuartel general en Miami. Y digo cuartel porque la filosofía que pregona a su audiencia es una llamada a la vida militar; con la particularidad, todo sea dicho, de que los toques de retreta no suenan en los tímpanos del batallón como una llamada para servir a la patria, sino más bien para tener éxito. Y, para lograrlo, a los madrugones de órdago y a las duchas frías han de acompañar la lectura de Cicerón y Séneca. Tómenselo a broma quienes así lo deseen, pero la estampa, sin duda risible, es también reveladora. Pues en el dibujo también aparece bosquejada una generación ayuna de certidumbres, presta a lanzarse al primero que le ofrezca verdades firmes a las que agarrarse.
Conque el estoicismo está en auge, y eso tiene sus paladas de cal y alguna que otra de arena. Toda divulgación es una vulgarización, y no hay discípulo que esté a la altura del maestro. ¿Son Luis Enrique y Llados los Marco Aurelio y Epicteto de nuestro tiempo? Es obvio que no, pero los primeros pueden llevar a los segundos. Y bien que está que así sea, mientras no se confunda a unos con otros. El problema es que, cuando el estoicismo degenera en 'coaching', la virtud se trueca por estrategia. Y nunca la hemos necesitado más que hoy, habida cuenta de los vaivenes a los que nos vemos sometidos. No es desdeñable la promesa de verticalidad, autocontrol y dominio de uno mismo que nos hace el estoicismo. La virtud nunca pasa de moda.
es filósofo
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