No te vayas, presi, eres un icono

Que las idas y venidas empresariales de su esposa, firmante de inocentes cartas de recomendación, hayan terminado en los juzgados es consecuencia, según Sánchez, de una ofensiva de la ultraderecha política y de la galaxia mediática, también ultraconservadora, partícipes de una acción concertada cuyo objetivo es sacarlo de La Moncloa. Junto a las descalificaciones a la prensa libre, el victimismo impregna las cuatro páginas que Pedro Sánchez dedica a presentarse ante la opinión pública como mártir de una democracia cuya degradación achaca a la ola reaccionaria sobre la que ha construido su doctrina de falso progreso. Pedro Sánchez no se compadece de su esposa, a la que utiliza para sus propios fines, marca de la casa, sino que se presenta de forma implícita como mesías de un sistema de libertades al que solo un estadista de su talla puede rescatar del desastre y del fango. El abismo de su mujer es el despeñadero de todos.

Algo sucedió en las diez horas trascurridas desde la sesión de control del Congreso y la publicación de la carta con que Sánchez pidió tiempo. Algún día lo sabremos. La única certeza provisional es que el presidente del Gobierno no pide tiempo para sí, como anuncia en su nota. Nunca ha parado, como dice en la carta, ni siquiera cuando descansaba en Las Marismillas. Cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo. Sánchez no pide tiempo. Lo que pretende es una movilización de apoyo, de momento larvada, a través de las redes por las que hizo circular su mensaje. El lunes, ya recuperado, con fuerzas para salvarnos del cenagal, será el momento de agradecerle su sacrificio y de seguir hablando del novio de Ayuso.