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EN OBSERVACIÓN

El zulo como solución habitacional

El blanqueamiento de ETA es nuestra gran pintura colectiva

Sin techo y sin memoria

Cómo afeitar a un rabino

Jesús Lillo

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Debe de estar al caer en nuestro diccionario de usos y costumbres, antes DRAE, la entrada de esa acepción de 'zulo' que responde a la solución habitacional que brinda el mercado inmobiliario a quienes, precarizados por lo salarial, buscan techo en las denominadas zonas ... tensionadas, que antes eran aquellas por las que pasaban los cables de la luz y ahora son las que recorren las maletas con ruedas del turismo de acogida y recogida. De momento, el término solo aparece en nuestro diccionario de pesos y medidas como «lugar oculto y cerrado dispuesto para esconder ilegalmente cosas o personas secuestradas». Los académicos de la Española, sin llegar a mentar la bicha y el hacha de ETA, tiran de etimología para aclarar que la palabra procede «del vasco zulo; propiamente 'agujero'». Ligada a la creciente agonía del inquilinato, la popularización de este vasquismo explota de manera intencionada y a través de la sencilla ecuación del victimismo el sufrimiento de quien se aloja o es alojado en el interior de estos establecimientos, tratando de hacer suyo el suplicio de los secuestrados por una banda terrorista a cuyo blanqueamiento contribuimos todos con la frivolización semántica del daño que infligió y la resignificación de su siniestra caja de herramientas. Del «todos somos Ortega Lara» hemos pasado, sin querer, a «lo de Ortega Lara no fue para tanto». Hay que ver cómo se han puesto los pisos.

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