en observación
Una patrona que nos represente
Con la venia de la Purísima, la Virgen de Agosto es lo mejor que tenemos
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Iniciar sesiónPara la feligresía de la Agenda 2030, apuntadores del almanaque posgregoriano de las Naciones Unidas y sus satélites doctrinales, el 15 de agosto se celebra el Día Mundial de la Relajación, que según el nuevo catecismo globalista tiene como objetivo «concienciar sobre la importancia de ... incorporar hábitos de relajación y desconexión para paliar las consecuencias del estrés y la ansiedad que pueden causar las responsabilidades de la vida moderna». Amén. La relajación, ejercicio individual e introspectivo, aunque a veces inducido en sesiones grupales, nada tiene que ver con esa forma tradicional y colectiva de relajarse que consiste en irse a la verbena de la Virgen de Agosto, que es lo que cualquier alma sensata y bien agendada celebra hoy en España, tierra de María y océano de cubatas.
De manera oficial y hasta nueva orden, la patrona nacional sigue siendo la Inmaculada Concepción, con la que cada diciembre comienza la campaña navideña, pero cuya festividad y significado se desdibujan, cuando no desaparecen, como consecuencia de la proximidad del Black Friday y el aniversario de la Constitución, competencia directa del sector servicios. El origen dogmático de esta celebración, desafío intelectual en una era sin apenas exigencias morales, y el decisivo papel que desempeñó España en la consagración de la Purísima, logro alcanzado a mediados del siglo XIX, pesan lo suficiente como para mantenerla en el lugar de privilegio que aún ocupa en el altar de la nación, aunque cada vez sean menos los capacitados para identificar la estampita de la Inmaculada de Murillo, por no hablar de sus conocimientos para descifrar la simbología que la acompaña.
Como los diputados del bipartidismo en vísperas del encaste de Podemos no representaban al círculo insurgente de Pablo e Irene, la Purísima ya no nos representa. De «Rodea el Congreso» (septiembre de 2012) pasamos a «Rodea la verbena». Sin renunciar a la figura de la Virgen ni abandonar el ámbito mariano, quizás haya llegado el momento de reconocer a la Virgen de Agosto como genuina e indiscutible patrona de España.
La fiesta de hoy, tan nacional y feriada como la del 8 de diciembre, tiene la virtud –terrenal, no teleologal– de sustanciar la vertebración de un país descoyuntado, 'Estado compuesto' en el misal de progreso, que se remienda y parchea cada 15 de agosto y que durante unas horas se reconecta a través del cable de la historia y los afectos, hasta conformar una guirnalda de luces de feria y bochinche que se apaga enseguida. Apenas dura una noche, pero dicen los astronautas que se puede ver desde el espacio, como la Gran Muralla. Abiertas hasta el amanecer, las verbenas de la Virgen de Agosto no solo estructuran el sentimiento inmaterial de un pueblo diseminado y cada vez más concentrado en las ciudades, sino que son quizás la última manifestación de esa España que, vacía y olvidada, agoniza y calla durante el resto del año y reserva las pocas fuerzas que le quedan para bebérselo y bailárselo todo, como si fuera esa noche la última vez.
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