Lo más puro eran las prostitutas

En Navarra, patria chica del 'consigliere' Santos Cerdán, guardián de las esencias sanchistas, se sitúa uno de los focos más pútridos de la trama. Allí se gestó el abrazo de la infamia con Bildu/Eta, paso previo a la investidura de Sánchez, a través de un sujeto llamado Antxón Alonso, muy amigo de Arnaldo Otegi y del dimitido secretario de organización del PSOE, a quien la UCO señala como socio del primero en la empresa Servinabar2000, adjudicataria de obras públicas por casi cien millones de euros otorgadas de forma presuntamente fraudulenta. Mientras Sánchez se hacía con el poder a costa de traicionar su palabra, la decencia política y a las víctimas del terrorismo, el muñidor de ese pacto ignominioso se forraba el bolsillo a costa de saquear el nuestro. Una vez probada su maestría en el trato con esa gentuza, nadie mejor que él para ir a rendir pleitesía al prófugo de Waterloo y negociar el tributo a pagar a cambio de sostener al jefe. ¡Eso sí que es corrupción y no lo de las 'sobrinas' de Ábalos! Dice ahora el exministro de Fomento que se siente engañado por Cerdán y no descarta colaborar con la Fiscalía Anticorrupción. ¡Adelante! Estamos deseando conocer todo lo referido al sospechoso rescate de Air Europa, previa mediación de Begoña Gómez con su esposo, o los pormenores de los contratos de mascarillas infladas de precio y en muchos casos inservibles suscritos en plena pandemia por los gobiernos autonómicos de Canarias y Baleares, que presidían Ángel Víctor Torres, actual ministro de Política Territorial, y Francina Armengol, hoy presidenta del Congreso. La UCO ya tiene a ambos bajo la lupa y pronto entregará al juez su informe, porque el «nexo corruptor» de esa red, Víctor de Aldama, decidió 'cantar' cuando lo pillaron en otra operación criminal altamente lucrativa, la de los hidrocarburos, en la que tienen un protagonismo destacado José Luis Rodríguez Zapatero, su amiga Delcy Rodríguez y la narco dictadura venezolana.

Como bien dijo García-Page, Sánchez no podría irse, aunque quisiera, por temor a perder el fuero que lo protege de la cárcel. Pero la Moncloa ya no es para él un palacio, sino una trinchera cavada en medio de un campo minado.