el contrapunto

Pumpido, del polvo al fango

El amparo del TC a Otegi y Rodríguez va en contra de las sentencias del Supremo, al que se trata de anular

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Resulta sumamente inquietante la seguridad absoluta con la que apelan al veredicto del TC los interesados en sacar adelante la amnistía como sea. ¿Que los letrados de la Comisión de Justicia del Congreso emiten un informe demoledor, advirtiendo de los múltiples aspectos contrarios a ... la Carta Magna contenidos en el texto presentado? «Es el Constitucional el que tiene la palabra», responden a coro desde la filas socialistas. ¿Que se les recuerda su propio voto favorable a la aplicación del artículo 155, del que derivaron las condenas que ahora se pretenden anular? Idéntica réplica de argumentario. ¿Que acudimos a la hemeroteca para desenterrar las múltiples declaraciones del propio Pedro Sánchez, calificando la medida de inconstitucional? Más de lo mismo. Sus socios, beneficiarios de la ley que obliga a España a pedirles perdón, ni siquiera se molestan en contestar. Saben que tienen al Gobierno cogido por la entrepierna y se limitan a exigir el pago acordado a cambio de su respaldo.

Si el tribunal en cuestión y su presidente gozasen de una reputación intachable, si no existiesen motivos para alimentar la sospecha, podríamos pensar que el sanchismo actúa de buena fe al poner en manos de dicho órgano la interpretación de una norma que a simple vista chirría. Sucede, no obstante, que el TC empieza a ser conocido como «siete-cuatro» por el resultado de sus votaciones, coincidentes con el color político de sus integrantes, entre los cuales figura nada menos que Juan Carlos Campo, ministro de Justicia de Sánchez. Por ejemplo, el amparo al terrorista Otegi y al diputado de Podemos Alberto Rodríguez, en contra de las sentencias emitidas por el Supremo, al que se trata de anular a cualquier precio. Sucede también que Cándido Conde-Pumpido posee un historial frontalmente incompatible con la neutralidad exigible a una persona llamada a desempeñar su cargo. Quien fue nombrado por Zapatero fiscal general del Estado y poco después, en plena negociación clandestina con ETA, profirió aquello de «el vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el polvo del camino» en modo alguno puede ser tenido por imparcial. Quien asegura, sin ruborizarse, que «la Justicia no está para favorecer procesos políticos, pero tampoco está para obstaculizarlos» ha de ser mirado con sumo recelo, máxime cuando sus mentores, los partidos de izquierda y extrema izquierda cuyo apoyo lo elevó a la presidencia del TC, sostienen el mismo discurso; a saber, que es necesario «desjudicializar la política». Una réplica exacta de la vieja reivindicación separatista. Quien se ufana de que «no consentirá trampas, inventos ni atajos al servicio de una Justicia de trinchera, que en lugar de buscar la paz social alimente la venganza o el enfrentamiento» constituye un peligro cierto cuando el líder socialista justifica su cambio radical de postura empleando los mismos términos. Todo indica que Pumpido va a pasar del polvo al fango.

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