el contrapunto

Izquierda ignorante, sectaria y antisemita

Si en lugar de salvar a judíos Sanz Briz hubiese salvado ballenas, ningún chiquilicuatre de ERC se atrevería a insultarle

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La izquierda española ha demostrado una vez más esta semana su sectarismo, su antisemitismo visceral y su insondable ignorancia, al votar en bloque contra la propuesta de tributar un homenaje póstumo al diplomático Ángel Sanz Briz, registrada por Vox en el Congreso hace algunos ... meses. Lo relataba ayer en ABC César Cervera, rescatando así una información que había pasado desapercibida pese a su evidente interés como espejo de la vileza que anida en este Gobierno y sus socios. Una indignidad basada en una mezcla viscosa de prejuicios, incultura y rencor rancio. Una bajeza pestilente que permea buena parte de lo que hacen, desde los indultos a sediciosos y los beneficios a terroristas, hasta la negativa a reconocer la grandeza de un hombre que se jugó el pellejo para salvar a otros.

Este diplomático de carrera, representante por tanto de España y no de un régimen coyuntural, llegó a Budapest en plena II Guerra Mundial, a los treinta y dos años, como segundo del embajador, Miguel Ángel Muguiro. Con él colaboró activamente en la tarea de ayudar a la comunidad judía perseguida, al margen de las instrucciones del Ministerio de Asuntos Exteriores y en algunos casos contraviniendo frontalmente sus órdenes. Por ejemplo, al quebrar la neutralidad oficial de nuestro país utilizando las instalaciones de la legación para esconder en sus buhardillas y sótanos a decenas de hebreos abocados a la deportación. Cuando Muguiro fue expulsado de Hungría, precisamente por denunciar las políticas racistas del ejecutivo magiar, Sanz Briz se hizo cargo de la Embajada y amplió su labor humanitaria recurriendo al ingenio y la valentía. Se le había concedido un cupo de 300 visados para hebreos de origen sefardí, que convirtió en millares por el procedimiento de asignarles letras e incluir a familias enteras. Alquiló nueve pisos en la capital, los colocó bajo la protección de la bandera española y pagó alquileres y alimentos de su peculio, a fin de dar asilo en ellos a más de 5.000 personas condenadas a morir en los campos. Incluso sobornó a policías húngaros para que vigilaran dichos alojamientos e impidieran las incursiones de los grupos de nazis locales. Con las tropas soviéticas a las puertas de Budapest tuvo que abandonar la ciudad, so pena de acabar asesinado como su colega sueco, Raul Wallemberg. Dejó entonces al cargo de sus protegidos al canciller, Giorgio Perlasca, protagonista de una película muy emotiva, aunque falsaria, que transfería a su persona los méritos del español. Él nunca reclamó nada. Ni siquiera pudo recoger el galardón de «justo entre las naciones», otorgado por Israel en 1966, al prohibírselo el Gobierno de Franco, tan antisemita como el actual.

Ese fue el hombre a quien los de Rufián tildan de «fascista» sin sonrojarse. Si en lugar de salvar a judíos hubiese salvado ballenas, ningún chiquilicuatre de ERC se atrevería a insultarle.

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