visto y no visto
Genio de España
Cuando más presumía el Gobierno de inmigración sale el finlandés Stubb y dice que el responsable de ella es… Putin
Los que servimos
Sobre el Fin de la Historia
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Iniciar sesiónCon la idea de detener «el genocidio en Gaza», nuestros sindicatos verticales, Comisiones y Ugeté, sin apartarse de la barra donde el español acostumbra pelar las gambas y a tirar las cáscaras al serrín del suelo (esto fascinaba al NYT), han convocado «un paro en ... las empresas» para el 15 de octubre, Santa Teresa, patrona de España (Quevedo prefería a Santiago, patrono guerrero, frente a Santa Teresa, patrona andariega, casi krausista), aunque para esa fecha puede estar ya ardiendo todo Oriente Próximo, donde el único hombre de paz es hoy el divino Abu Mohammed al Jolani, alojado en el pupilaje gringo de Damasco, donde la imaginación vuela como los pescuezos, y con quien todas las democracias liberales, como colegialas en plena tormenta de hormonas, han querido hacerse selfies en la ONU.
En el Régimen del 78, Comisiones y Ugeté son constitucionalmente órganos del Estado, y viven del Presupuesto, como los Partidos, 'garrapatismo' teorizado jurídicamente por el alemán Leibholz, y literariamente, por Giménez Caballero, Gecé, éste por escrito y por hablado, en entrevista con Soler Serrano («querido Serrano», dice Gecé), donde explica cómo el genio político social de España es el anarcosindicalismo, degeneración, a su parecer, del catolicismo español, tan contradictorio: por un lado, somos anarquistas, individualistas, intransigentes, pero al mismo tiempo somos sindicalistas, o sea, férreos, lo mismo que el catolicismo, que reconocía, a la vez, la libertad y la inquisición.
Al degenerar en España, el catolicismo quedó reducido al fenómeno de lo chulo.
¿Hay algo más chulo que detener la guerra de Oriente por el simple expediente de que unos funcionarios madrileños salgan en horario laboral a la puerta del bar a echar un cigarro?
Ante la guerra, sindicalistas españoles somos todos. Ahora hemos sabido que el jefe de gabinete de Sánchez, Rubio, un 'cerebrito' que sustituye a la grande cabeza de Óscar López, sostiene que el motor de nuestra prosperidad económica es la inmigración masiva, y que el que no esté contento con los salarios de España que se vaya a doblar el lomo a Singapur. El tal Rubio se doctoró en Oxford con la tesis 'La ética del engaño' (no confundir con 'El animal ladino' de Nicolás R. Rico, a quien no conoce), que debe de ser como el Kempis en La Moncloa, aunque tampoco conviene exagerar los lauros de Oxford, universidad que expulsó a Locke, por rehusar adherirse a su doctrina servil, y a Shelley, por un panfleto anónimo titulado 'La necesidad del ateísmo'. Hegseth, secretario de Guerra de Trump, reúne esta semana a cientos de generales en Virginia (sindicalismo gringo) para hablar de «ética guerrera», y no se descarta que aparezca nuestro Rubio, «que habla inglés» («Un 'estafanío molino' perfecto», en genialidad de tuitera). Y cuando más fascinados estábamos con Rubio, aparece el finlandés de los renos, Stubb, y dice que el responsable de petar Europa de inmigrantes es… Putin.
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