El poder blando del fútbol
Pelé no sólo fue un jugador de leyenda. Su intuición le convirtió en pionero del deporte como fuerza de influencia estratégica
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Iniciar sesiónMarzo de 1997. Museo Olímpico de Lausana, frente al géiser del Lago de Ginebra. Sevilla competía con Río y otras ciudades por los Juegos de 2004. La candidatura brasileña comparecía en la escalinata principal para la foto protocolaria. De pronto alguien lanzó un balón al ... grupo. Un hombre vestido con un traje cruzado marrón se adelantó de la fila, controló la pelota con el pie, la levantó sobre su cabeza, la bajó hasta el pecho, luego de nuevo al pie y comenzó una serie de malabarismos durante un rato hasta lanzarla de nuevo hacia el público y la prensa en medio de un asombrado aplauso. Quien tuvo, retuvo: era Pelé, a la sazón ministro de Deportes de su país, tetrarca histórico del olimpo del fútbol cuya constelación de dioses se viste hoy de luto.
El debate sobre «el mejor de la Historia» es una cuestión generacional. La evolución del juego y sus circunstancias –el arbitraje, el estado de los campos, el desarrollo físico, la presencia de la televisión- impide una comparación objetiva o metódica. Pelé fue el rey indiscutido de su época, como Di Stéfano, Cruyff y Maradona de las suyas, como Messi de ésta. Habilidad, inspiración, puntería, talento, velocidad, imaginación, inteligencia. Y una poderosa intuición de la fuerza simbólica de su propia imagen y del poder blando del deporte como elemento contemporáneo de influencia estratégica. Se conformó con una cartera de ministro pero su inmensa fama, su aureola de héroe planetario le habría permitido perfectamente aspirar a la Presidencia. Fue un símbolo de la mitología moderna. Sus dos jugadas más famosas –en el Mundial de México 70—ni siquiera necesitaron acabar en gol para convertirse en leyenda.
Quizá no vuelva a repetirse un equipo como el ganador de aquella Copa del Mundo. El espectáculo en su sentido más noble, más brillante, más puro. Da igual si Pelé fue o no el más grande de siempre: su nombre queda inscrito en la eternidad del fútbol. Esa pasión envolvente, ese embrujo magnético que no soluciona ningún problema relevante pero contribuye a hacer de la vida un tránsito más confortable. Honor y gloria perpetuos para el gigante negro que supo hacer vibrar las fibras emocionales de las masas populares.
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