diario de un optimista
El momento polaco
La presidencia rotatoria de la UE solo otorga a Tusk un mandato de seis meses. Pero estos seis meses son cruciales para reafirmar que la UE es esencialmente liberal, que no es «iliberal» como querrían Orban y sus patrocinadores rusos o incluso estadounidenses como el delirante Musk
Ya no es migración, es éxodo
Un Papá Noel imperialista
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Iniciar sesiónA veces se da una feliz coincidencia. Desde principios de este año, la Unión Europea está dirigida por el Gobierno de Polonia; es una gran oportunidad. El jefe de este Gobierno, Donald Tusk, es un auténtico liberal; ha restablecido la democracia en su país, ... que había sido socavada por el populismo de derechas de sus rivales. Tusk encarnará para toda Europa el rechazo al «iliberalismo» como el de Viktor Orbán en Hungría o Marine Le Pen en Francia. Para Polonia, este es también un momento de revancha histórica y una oportunidad para recordar su papel ancestral como escudo de nuestra civilización. Si nos remontamos muy atrás en el tiempo, recordaremos que en el siglo XIII los polacos bloquearon las invasiones de los mongoles, impidiéndoles proseguir su aventura de conquista y destrucción de la cristiandad. Recordemos también que, en 1683, el Ejército polaco dirigido por Jean Sobiewski detuvo la ofensiva del Imperio Otomano en Viena, salvando a Austria de una anexión que parecía inevitable. Galopando a través de los siglos, llegamos a 1846, cuando los polacos, colonizados desde 1795 por prusianos, rusos y austriacos, se levantaron para reclamar su independencia. (Permítanme hacer un inciso personal en este punto: si he de creer a mi padre, que nació en Varsovia antes de emigrar a Francia, su abuelo participó en esta revuelta y, como castigo, un soldado de caballería ruso le rompió los dos brazos. ¿Una leyenda familiar?)
Francia, supuestamente amiga histórica de Polonia, no se movió. Esto provocó una famosa admonición de Victor Hugo, entonces miembro de la Cámara de los Pares. En un encendido discurso, acorde con su imagen de gran poeta romántico, Victor Hugo declaró: «Durante cuatro siglos, dos naciones han desempeñado un papel desinteresado en Europa, Francia y Polonia. Francia disipó las tinieblas, Polonia repelió la barbarie». Por lo que respecta a Francia, Victor Hugo no se libra del narcisismo que siempre ha formado parte del genio nacional. En cuanto a Polonia, su papel como escudo era indiscutible. Volvió a serlo, más cerca de nuestro tiempo, en un episodio muy olvidado llamado 'El milagro del Vístula'. Fue en 1920. Polonia, cuya independencia apenas había sido restaurada un año antes, reunió un Ejército que bloqueó la ofensiva del Ejército Rojo que, por iniciativa de Lenin, marchaba hacia Berlín para apoyar una revolución comunista. Al final de esta batalla decisiva, el comunismo quedó contenido en Rusia y no se extendió más allá; la historia de Europa cambió. Polonia, baluarte frente a los mongoles, los otomanos y el Ejército Rojo, nunca ha fallado.
Desde que Putin llegó al poder, los dirigentes polacos no han dejado de llamar la atención sobre el peligro que representa y sobre sus ambiciones. Esta profecía polaca (y también de los Estados bálticos) no ha sido tomada en serio por otros diplomáticos europeos, que consideran que los polacos son prisioneros de una historia arcaica. La verdad es que los polacos tenían razón, al igual que los bálticos, que habían sido ocupados sucesivamente por los nazis y los comunistas. Ellos sabían que el peligro estaba a nuestras puertas, que no era solo cuestión de historia anticuada y de despotricar. Bajo el liderazgo de Donald Tusk, Polonia se ha dotado de los medios necesarios para hacer frente a sus temores y ambiciones. Tusk ha resumido su programa para los próximos seis meses en un eslogan: «¡Seguridad! ¡Europa!». Evidentemente, para Europa aboga por una economía liberal que, en el caso de Polonia, garantice una tasa de crecimiento superior a la media europea. En materia de seguridad, Polonia da ejemplo con 200.000 militares en activo, tantos como Francia y más que Alemania.
El gasto en armamento de Polonia es colosal: representa casi el 5 por ciento de su producto interior bruto, mayor que el de cualquier otro país europeo. Donald Tusk se anticipa así a las amenazas apenas veladas de Donald Trump de abandonar la OTAN si los europeos no hacen ningún esfuerzo por aumentar su presupuesto militar.
La presidencia rotatoria de la Unión Europea solo otorga a Donald Tusk un mandato de seis meses. Pero estos seis meses serán cruciales; decidirán si la ofensiva rusa en Ucrania tiene éxito o fracasa, y también decidirán la actitud de Estados Unidos hacia la OTAN y Rusia. Seis meses que también serán determinantes en la batalla de ideas para reafirmar que la Unión Europea es esencialmente liberal, que no es «iliberal» como querrían Viktor Orban y sus patrocinadores rusos o incluso estadounidenses como el delirante Elon Musk. Seis meses también para animar a todos los demás dirigentes europeos a ponerse las pilas, a retomar la filosofía fundamental de Europa que, desde su creación, tantos buenos frutos económicos, sociales y políticos nos ha dado. Seis meses para decir que Europa seguirá siendo democrática y liberal, que no aceptará el imperialismo ruso ni el chantaje estadounidense. Un programa como el de «¡Seguridad! ¡Europa!» debería volver a ilusionar a todos nuestros pueblos, que hoy se sienten huérfanos de líderes ilustrados.
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