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Editorial

Lo que queda de Marlaska

De un ministro del Interior se espera una actuación apartidista, leal con la defensa del orden público, comprometida con la legalidad democrática y el respeto a las libertades públicas

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Si hubiera que elegir a un ministro que representara fielmente la desconexión con la realidad del Gobierno de Pedro Sánchez, ese sería, sin duda, el del Interior, Fernando Grande-Marlaska. No tuvo mejor ocurrencia este miércoles, durante la sesión de control parlamentario, que defender la ... actuación de su departamento en la etapa final de la Vuelta a España, confrontándola con las cargas policiales del 1-O en Cataluña. Si por sí misma la comparación es delirante, puesta en boca del ministro del Interior resulta una irresponsabilidad que roza el insulto a la inteligencia. Más aún si la intención del ministro fue presentar lo sucedido el domingo pasado como un éxito operativo. Esta percepción desenfocada y miope de la realidad es lo que permite a un ministro del Interior vanagloriarse de lo que fue una sucesión de actos vandálicos que culminaron con veintidós policías heridos –sin que conste condena explícita del Gobierno por esta violencia injustificable–, numerosos daños materiales, la suspensión de la última etapa de la Vuelta y una proyección ridícula de España en el exterior.

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