editorial
Crisis sin respuesta
El dato confirmado del IPC demuestra que estamos en una inflación de dos dígitos, inédita en cuarenta años, y que las medidas del Gobierno no son útiles. La calidad de vida empeora mucho
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Iniciar sesiónEl Instituto Nacional de Estadística (INE) ha confirmado la inflación acumulada a junio pasado con el peor dato de las últimas décadas, el 10,2 por ciento. También se ha confirmado el 5,5 por ciento de incremento de la inflación subyacente, que es un ... dato especialmente preocupante porque mide de forma muy real el impacto del alza de los precios en la cesta de la compra, es decir, en el nivel de vida de los ciudadanos. La inflación en España supera en un punto y medio la media europea y las previsiones que ha hecho Funcas la sitúa a final de año en el 8 por ciento. Sin embargo, cualquier proyección sobre la evolución de los precios es arriesgada, como bien sabe la ministra de Economía, Nadia Calviño, quien no ha acertado uno solo de sus vaticinios sobre la brevedad de la inflación, a pesar de los numerosos indicadores e informes de expertos que decían lo contrario. Más que de optimismo, el Gobierno de Pedro Sánchez ha pecado de obcecación en negar la realidad o, al menos, en rebajar su gravedad.
Con esta predisposición política, las medidas del Ejecutivo han agravado la evolución de la crisis económica. Es la diferencia entre ser culpable y ser responsable. Sus decisiones han llegado tarde y mal, y no han sido eficaces en atajar el alza de los precios de la energía, a pesar de la famosa 'excepción ibérica'. La respuesta de Sánchez siempre es la misma: si no fuera por sus medidas, todo estaría peor, pero este argumento no es verificable porque se mueve en ese terreno difuso de lo que podría haber sido. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es lo que sucede: que la inflación está disparada, que no es efímera, que la luz sigue por las nubes y que el Gobierno empieza a improvisar con sus consejos de ahorro doméstico. En el horizonte se atisban incertidumbres añadidas, como la paridad del dólar con el euro, que tanto puede animar exportaciones como limitar las importaciones, y la subida de tipos, que se prevé inevitable, más aún con el alza de la inflación en Estados Unidos.
La lectura política de esta situación debe ser sensata y responsable, porque a la crisis económica le queda aún un largo camino que recorrer. Sería un error ver en su agravación una forma de deteriorar y acortar el mandato de Pedro Sánchez. Es necesario que el Gobierno de coalición asuma que su política económica está ideologizada, por un lado, y es ineficaz, por otro. Las subidas intempestivas de impuestos, el aumento del gasto público y la indiferencia ante las dimensiones de la deuda y el déficit públicos están socavando la capacidad del sistema productivo para mantener una actividad económica que cree empleo y genere recaudación no forzada por el alza de los precios. La inflación está siendo un impuesto injusto con las familias, pero al Gobierno le supone un aumento de ingresos fiscales al que no está dispuesto a renunciar con una reducción del IRPF. Está llevando al límite el poder de compra de los ciudadanos, quienes más pronto que tarde tendrán que ajustar su consumo, con los efectos en cadena que esto conlleva.
Los anuncios de Pedro Sánchez en el debate no permiten albergar muchas esperanzas sobre una rectificación de la política fiscal y económica del Gobierno. Es una mala noticia para España, al margen de las consecuencias electorales que pueda tener. La economía necesita buenas decisiones técnicas, pero también, y puede decirse que principalmente, un liderazgo fiable y serio, que inspire seguridad en los mercados, las empresas y las familias. El liderazgo que Sánchez no quiere asumir.
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