la defensora del lector
Emociones malsonantes
La naturalidad con la que el uso de tacos ocupa espacios informales de comunicación no justifica que un lenguaje excesivamente emocional se haga habitual
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Iniciar sesiónCon motivo del titular que acompañaba a una noticia sobre la fuga de seguidores desde CC.OO. al PSOE publicada el pasado 19 de mayo, el lector Andrés de Agustín protesta «por la falta de respeto a los lectores al emplear términos barriobajeros que ofenden ... a quien lee». El titular, y el primer párrafo, incluían una expresión vulgar atribuida, y adecuadamente entrecomillada, a un dirigente del sindicato. Unos días después, Fernando Vallejo me escribía para quejarse de que «en España el lenguaje chabacano y procaz, habitual desde antiguo en las conversaciones privadas, se ha extendido como la pólvora a los textos escritos en prensa y publicaciones de todo tipo». Al hilo de sendos textos de Javier Villuendas y Rosa Belmonte, publicados el 22 de mayo, el señor Vallejo apunta que «los colaboradores se recrean en recoger expresiones» que califica como muy poco elegantes y se pregunta «¿Tendrá este derroche de 'delicadezas' algo que ver con la libertad de expresión? ¿No será más bien un abuso contra los lectores de su periódico, y contra cualquier persona de buen gusto?». Por último, Rafael Costas escribe que «vengo observando con bastante disgusto que ese periódico, del que soy suscriptor y lector desde hace muchísimos años, se ha apuntado a la corriente de mucha gente joven y no tan joven, de pronunciar tacos con bastante asiduidad. No trato con esta queja de moralizar a nadie, pero sí de llamar la atención sobre ese cuidado con que la educación nos enseñó a hablar».
Acerca de esta preocupación de los lectores sobre el uso, a su juicio no justificado, de palabras malsonantes en textos informativos y de opinión, la catedrática de Lengua Española de la Universidad de Zaragoza, María Antonia Martín Zorraquino, explica que este vocabulario ha pasado a formar parte de «la idiosincrasia de la vida cotidiana, y los tacos se convierten en intensificadores de un mensaje». En este sentido, admite también que «algunos pueden resultar simpáticos ya que no son obscenos ni blasfemos». La profesora Martín Zorraquino hace gala de un lenguaje exquisito y de un manejo de referencias bibliográficas inmenso y me remite, entre otros, a Lázaro Carreter que, en su 'Dardo en la palabra' dedica un artículo al uso de los tacos.
De acuerdo con el texto de quien fue director de la Real Academia Española entre 1991 y 1998, «en el taco se coagula un mensaje irreprimible que no admite espera. La emoción que suele producirlo no concede tiempo para formularla con mayor elaboración». Ve claro también «con enorme alarma», pese a que «todos experimentamos ese impulso», su generalización como hábito, «como forma de normal expresión, vaciado muchas veces de emotividad, vehículo simple de lo que no se sabría expresar de otro modo». Lo más preocupante de este exceso de tacos es, de acuerdo con Lázaro Carreter, que es un «testimonio probable de una sociedad con pensamiento tan elemental que no precisa lenguaje alguno para comunicarlo: le basta el eructo oral».
La catedrática Martín Zorraquino considera que «ABC tiene que ser respetuoso con el lector y tratar de que nadie se sienta ofendido en su imagen positiva por el empleo de tacos, pero que, al mismo tiempo, un taco oportuno, reflejo de una emoción intensa, puede ser muy expresivo y oportuno».
En este contexto, y entendiendo que un taco puede manifestar un determinado estado emocional, hay ocasiones en las que las palabras del protagonista de una noticia pueden ser parte esencial de ella y no deberían esconderse al lector. Quizás en el caso de los textos de opinión, donde de acuerdo con Lázaro Carreter, no se puede aducir «falta de tiempo para formular con mayor elaboración» una idea, sí cabría esperar mayor moderación. En este sentido, podría ayudar la elaboración de unas recomendaciones de estilo básicas que, incluso, pudieran ser públicas y hacerse extensivas a las cartas de los lectores.
La naturalidad con la que el uso de tacos ocupa espacios informales de comunicación no justifica que un lenguaje excesivamente emocional se haga habitual en las páginas del diario. El contexto actual reclama cuidar las formas no solo con el afán de no ofender, sino sobre todo de respetar al lector y al idioma, y no restar así fuerza al uso justificado, en un momento determinado, de un taco.
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