Siempre amanece
La sangre de Morante
A Morante lo confundieron, los que nada saben, con un torero medroso y era el más valiente de todos
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónUn toro ha cogido a Morante de la Puebla en Pontevedra. Parecía que lo encunaba cuando por el exterior de la rodilla le caló el pitón como un cuchillo de fuego. Se vinieron todas las cuadrillas, arremolinadas a su alrededor, a mirarle la pierna ... como si no se lo creyeran. No nos lo creíamos porque llegamos a pensar que Morante estaba hecho de aire y que el toro lo atravesaba como la luz a la Inmaculada de Murillo, como los que pelean con un fantasma. Morante se había olvidado de su cuerpo hacía tiempo y se lo había dejado en alguna parte como el que cuelga un traje que ya no se pone, cabeza, brazos, piernas y tronco abstraídos en sus geometrías imaginarias, perdido entre el humo de sus nicotinas, difuminado en los espejos deformados en los que se mira, dislocado en las siete u ocho dimensiones de sus pensamientos. En una parsimonia, en un abandono natural, en un silencio de un espíritu sin carne del que hemos vuelto este domingo a la hora de darle la cena a los niños, y nos hemos acordado de que somos físicos, ciertos, finitos. Que la vida y el toreo van en serio te lo cuenta un parte de no sé cuántas trayectorias, vasos y músculos que se aparecen como en 'La decapitación de San Juan Bautista' de Caravaggio, medidas y extensiones escritos en los renglones de un papel que huele a cloroformo y que me niego a leer a esta hora.
Los que nada saben confundieron a Morante con un torero medroso, aunque fueran, con el paso de los días, entregando las armas y rindiéndose ordenadamente mientras el torero pisaba terrenos de lava. La tragedia la utilizó Morante, no poniéndola en primer plano, como sería evidente, sino escondiéndola bajo toneladas de gracia y un aleteo de torería que nos hacía olvidar que en este mundo había cosas que hacían daño. Que herían, que podían hacernos desaparecer, y creímos que todo era llevarse la vida detrás de la cadera y bajarle la mano, y que no pasaba nada. Después toreó tan bien que entendimos que un toro lo iba a coger, pues a los toreros como él, a los chamanes del alma, les sienta mejor una bronca que un triunfo, y Morante andaba un tanto descalabrado después de aquel natural de Nazaré que duró cinco segundos; hay gente que dura menos en la cama.
Que a Morante lo iba a coger un toro lo sabíamos todos, y el primero él, que para convivir con esa dolorosa corporeidad se dejó el cuerpo y se hizo etéreo enroscándose los toros alrededor de la cintura en series helicoidales de muletazos imposibles que terminaban en el hule de una enfermería de Pontevedra ante la que mostramos, al cierre de esta edición, nuestro más íntimo respeto.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete