Con dos neones

Podríamos, para analizar este asunto, extender un manto de silencio por el que se obviaran todos los casos de puterío que refulgen en torno a la dirección del Partido Socialista, dejar de acordarnos de 'la Carlota' que «se enrolla que te cagas», de los discos duros escondidos en los montes de Venus de las actrices porno y dejar de pensar en qué párquines de Dios aparcaría aquel Peugeot 408 en el que Santos Cerdán, Ábalos, Koldo y Sánchez se cruzaron mi Españita reconquistando el PSOE más que Pelayo. Figurémonos que ahora al PSOE, cuando se ha puesto abolicionista con la prostitución, no le brillaran los neones más que un a una nave espacial. Que Sánchez no tiene que ponerse a organizar actos en los que le aplauden las mujeres y se parece a cuando Jesulín montaba corridas femeninas y las señoras le tiraban la ropa interior desde el tendido.

Pongamos que nada de esto ha ocurrido y que podemos considerar que Begoña Gómez no tiene culpa de a qué se dedicara su familia, si su padre hubiera sido un asesino, un defraudador fiscal o si regentaba, como parece, saunas gays y prostíbulos en qué locales propiedad de quién. Consiguiendo todo eso aún quedaría un interés periodístico en el asunto que se puede entender claramente cambiando el sujeto de la abolición y que en lugar de la prostitución se pretendiera prohibir otra cosa. Pongamos que el suegro del líder del partido que pretende terminar con los toros fuera el empresario de Las Ventas. Se plantearía aquí una incoherencia o al menos la pregunta de si al líder de ese partido le parece mal lo que hacía su suegro –se entiende que sí–, o cuándo le empezó a parecer mal la labor del suegro. ¿Siempre le pareció mal? ¿Acaso tuvo reparos en aceptar patrimonialmente los rendimientos de la feria de San Isidro?