DESPUÉS, 'NAIDE'
Koldo, el koldismo y la koldosfera
En dos días ha tomado forma el 'koldismo', que es una fascinación y a la vez repugnancia por un personaje de proporciones colosales, andar desgarbado y gesto poco considerado. Alguien dirigido por apetitos primarios que emerge a los titulares de los fondos de la política
La trama del caso Koldo, el asesor de Ábalos, generó más de 9,5 millones de euros en comisiones
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Iniciar sesiónFebrero nos ha traído almendros en flor, agricultores con tractor sobre los céspedes de las medianas y a este Koldo García, mano derecha de Ábalos, presunto comisionista de una supuesta trama de cobro de mordidas en la compra de mascarillas durante la pandemia y lo ... que te rondaré, morena. En dos días ya van tomando forma el 'koldismo' y la 'koldoesfera'. El 'koldismo' supone una fascinación con un puntito de repudio por un personaje de proporciones colosales, andar desgarbado y gesto poco considerado, alguien supuestamente dirigido por apetitos primarios que emerge a los titulares de los fondos de una política de mi Españita que creíamos olvidada para siempre. Hablo de un tiempo que ahora recuerdo con melancolía en el que -ay-, los políticos eran gentes más o menos moderadas de las que teníamos que proteger solamente la cartera, y no estos locos de ahora que nos van a llevar a todos a la locura, la miseria y el desastre, aunque desde posiciones bien aseadas y depuradísimos códigos éticos.
MÁS DESPUÉS, 'NAIDE'
De aquella dimensión 'oldie' se viene Koldo García al que siempre conocimos como Koldo a secas, pues a Koldo lo conocía todo el mundo. A su alrededor orbitan cada vez más nombres: Ábalos, Santos Cerdán, Marlaska, Torres, Illa, Armengol, y el propio Sánchez en una cosa que llamaremos la 'Koldoesfera'.
Sobre ese árbol genealógico se glosa un currículum que prende en la puerta de una discoteca con efluvios de pachuli y madrugada de neones y pasa a la protección a concejales en tiempos de ETA, una concejalía en un pueblo de Navarra, la apuesta por un tal Sánchez en el asalto al poder, la asesoría del ministro de Transportes, un puesto en el consejo de Renfe y la destitución fulminante que no fue suficientemente explicada. La 'Koldoesfera' es la zona sombría del sanchismo, pero es sanchismo puro.
Anda la gente haciéndose preguntas sobre la meritocracia y el acceso a la función pública, pues no se explican cómo se puede pasar de ser cortador de troncos a consejero de Renfe
A Koldo lo conocíamos en los ambientillos como a un ser mitológico, un 'basajaun', señor de los bosques del PSOE y poseedor de las verdades de aquel universo ciertamente 'creepy' que resultaba simpático comparado con los pijazos de la política al estilo de Urtasun. Koldo y Ábalos eran una pareja que me resultaba encantadora por ese impulso festivo como de llevar una bombona de butano en el maletero del coche oficial por si hay que hacer un arroz. El asesor era dueño de un aura gigante y contradictoria de cortador de troncos españolista, de bruto noblote, y si cerramos los ojos se aparece custodiando los avales de Pedro Sánchez y entrando en el aeropuerto por los orinocos del sanchismo cuando lo de Delcy,a noche en que se presentó en Barajas diciendo que venía de parte del 'Papa', del Papa de Moncloa, ¿cuál si no?
Toda esa memoria se ha perdido de súbito en una amnesia de secreto sumarial. Cuando se pregunta sobre el escándalo de las presuntas comisiones en operaciones en las que participaron varios presidentes autonómicos, sus ex compañeros del PSOE arquean las cejas y no se lo pueden creer. Dicen que no es socialista, que lo expulsaron, que nunca fue nadie y lo apartan en un gesto que desdeña y desde aquí da una grima que no veas como todas las traiciones. En realidad, esa política siempre necesitó a ese tipo de hombres, unos pringados a los que tentaba con cebos tan antiguos como la posesión de no sé cuántas viviendas en Alicante compradas con fajos de billetes a nombre de este o del otro. Siempre existieron legendarios machacas de partido que hacían lo que nadie quería hacer, que lo mismo iban a comprar tabaco o lo que fuera que cerraban un contrato millonario con Sanidad y todo con ese aspecto matón y jatorra con que después se comían perfectamente el marrón como si la corrupción fuera idea suya, como si todo se explicara únicamente por su evidente propensión a lo marginal.
Aquí es donde se encarna perfectamente el Koldo malo al que cuelgan los marrones como al banco malo que compraba los pisos que nadie quería. Poco a poco se va narrando su epopeya inversa en base a supuestos 'puticlubes' y juergas en habitaciones de hoteles con puertas tras las que se oyen risas de mujeres, como en las escenas del cine del destape y hazañas más o menos fantásticas -no lo sé, pues no estuve-, que convierten al personaje en el perfecto 'aizkolari' expiatorio.
Engrasa el relato un cierto esnobismo y anda la gente bien de la izquierda haciéndose preguntas sobre la meritocracia y el acceso a la función pública. No se explican cómo se puede pasar de ser cortador de troncos a consejero de Renfe y esa fuera la raíz del problema. A mí me parece una excusa muy básica y muy pija y muy farsante en cuanto la ofrecen justamente los que lo pusieron allí. Me estoy acordando de cuando a Juan Belmonte le preguntaron cómo un banderillero suyo había terminado de gobernador civil en Huelva y respondió: «Degenerando, degenerando».
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