antiutopías
La invención del enemigo
Cada cual construye su fantasma y convence a sus votantes de que ese monstruo no va a por él sino a por ellos
La bienal más colonialista de la historia
Descolonizar y desmantelar
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Iniciar sesiónEl 15 de noviembre de 2022, delante de un auditorio que había acudido a oírlo presentar su candidatura para las elecciones de 2024, Donald Trump aseguró ser una víctima. Aseguró que la mayor amenaza para Estados Unidos no venía de afuera, sino de adentro: ... de la instrumentalización de la justicia, del FBI y del Departamento de Justicia. Él había sufrido las perversas actuaciones de estos organismos. «Os lo diré, soy una víctima», repitió. Y aseguró que volvería a la presidencia para erradicar la corrupción de Washington y desmantelar el Estado profundo que se habían encargado de perseguirlo y difamarlo. No sólo él había tenido que soportar la tormenta de fuego de los medios, los globalistas, los marxistas radicales, las corporaciones 'wokistas', el poder del Gobierno Federal, las maquinarias políticas, el dinero sucio y el sistema de censura doméstico más poderoso jamás creado por la humanidad. También habían sufrido todo eso sus hijos y su esposa Melania.
Tal vez esta suma de ataques y penurias que enumeró Trump no le habría arrancado una sola lágrima a Pedro Almodóvar, pero la lista era bastante más efectista que la esgrimida por Pedro Sánchez para emprender una cruzada para regenerar la democracia española. También parecía mucho más grave y terrible la situación de la desvalida Cristina Kirchner, otra víctima de poderes ocultos. Las muchas demandas que se le abrieron por casos de corrupción no eran, según dijo, obra de jueces idóneos, sino un vulgar 'lawfare'. Trump ya había sacado ese término a la luz pública, pero fue Kirchner quien le dio la definición más tremebunda. En América Latina, dijo, ya no había partidos militares, no porque los poderes ominosos hubieran desaparecido sino porque se habían transformado. El partido militar era ahora el partido judicial. A los progresistas ya no los perseguían con rifles sino con leyes, porque en lugar de jueces imparciales ahora había Videlas y Masseras en toga.
Tanto Trump como Kirchner, ahora también Sánchez, son presidentes víctimas que creen padecer la ignominia de enemigos mil veces más poderosos que ellos. El 'lawfare', los 'fake news media', la máquina del fango, cada cual construye su fantasma y luego convence a sus votantes de que ese monstruo no va a por él sino a por ellos. Los malos no quieren que el pueblo progrese, no quieren que tenga derechos, no quieren que recupere su grandeza nacional. El presidente víctima crea una realidad en donde todo encaja: él encarna la virtud y quien lo cuestiona, el vicio. No sólo erosiona la idea de una realidad compartida donde hay hechos verificables, sino que la reemplaza con un mundo sensiblero poblado de ángeles y demonios. Fantasea como los novelistas, aunque con una diferencia. Para los escritores es un logro artístico inventar un gran villano, la maldad personificada que amenaza la sociedad. Para los políticos, en cambio, es un síntoma de decadencia: el preámbulo de un descenso a los peldaños más bajos en la historia de la infamia nacional.
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