ANTIUTOPÍAS
La incoherencia de Sánchez
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Iniciar sesiónEl comportamiento político de Pedro Sánchez ha sido desde el inicio de su segundo mandato irresponsable, incluso irritante por el peso del chantaje evidente que condiciona sus decisiones, pero nunca había sido tan contradictorio. En apenas una semana dijo una cosa y firmó la ... contraria, apoyó la causa europeísta de Zelenski y se sometió, una vez más, a las demandas nacionalistas de Puigdemont. No es coherente pedir, como hizo Sánchez el domingo pasado, «el respeto a las fronteras, a la integridad territorial y no la ley del más fuerte», y el martes siguiente ceder al chantaje del más débil, que amenazaba con someterlo a una cuestión de confianza, y delegar el control de las fronteras de una parte del territorio español en manos de una comunidad con pulsiones separatistas. Sánchez quiere, con toda la razón, que Ucrania no tenga que retrotraer sus límites ante el avance ruso, pero en cambio se muestra ligero y frívolo cuando se trata del control migratorio y territorial de España.
Aquello a lo que se está enfrentando Zelenski es una forma de nacionalismo premoderno con apetitos imperiales, que no considera efectivos ni reales los Estados nación forjados en los últimos dos siglos. La causa ucraniana, por eso mismo, es la causa de la democracia y de la modernidad liberal, de la legalidad internacional y del universalismo moral. Y puestos a comparar, Puigdemont está mucho más cerca de Rusia que de Ucrania. Su propósito explícito es romper uno de estos Estados nación en los que tampoco cree, apelando a una identidad cultural eterna y sagrada y sin embargo frágil, mortalmente expuesta a la contaminación disolvente de migrantes del resto del mundo y del resto de España.
Sánchez puede acusar en sus discursos a Putin de ser un agresor imperialista, pero olvida que el independentismo catalán fue el ariete que usó el ruso para debilitar a la Unión Europea cuando su estrategia pasaba por espolear todo separatismo que amenazara la estabilidad y cohesión de sus Estados miembros. Putin se muestra feliz cada vez que los países europeos lanzan soflamas soberanistas, patrióticas y libertarias para rebelarse contra Bruselas y sus burocracias. Y eso también es lo que hace Puigdemont, reclamar soberanía y libertad para decidir su destino sin la comparecencia de los burócratas españoles.
La gran tragedia de Sánchez es que para servir a sus propios intereses tiene que servir a los de Puigdemont, y por esa deriva también sirve a los de Putin. Porque una Europa ardiendo en nacionalismos irredentos, fragmentada en pueblos o naciones que desconfían de la legalidad internacional y de los organismos supranacionales, es justo lo que quiere el tirano ruso. Teniendo ya a Viktor Orbán, bienvenida una Cataluña independiente en manos de otro nacionalista xenófobo. La retórica proucraniana de Sánchez no significa nada mientras siga plantando los cimientos de un Estado catalán. No es coherente enseñarle los colmillos a Putin y agachar la cabeza frente a uno de sus dos alfiles en España.
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