ANTIUTOPÍAS

Las elecciones panameñas y la evasión

Lo que estaba en juego no era el buen gobierno, sino la evasión de la cárcel

La invención del enemigo

La bienal más colonialista de la historia

Panamá es un punto de cruce, el lugar donde se encuentran los cuatro puntos cardinales. Bolívar creyó que podía ser la capital de una América unida, incluso la capital del mundo entero: un nuevo Bizancio bañado con las aguas de dos mares, justo en ... la estrecha cintura que comunica a las dos Américas. Al final Panamá no acabó siendo ese centro civilizatorio, pero sí un país estratégico por donde circulan mercancías del mundo entero, yendo y viniendo de Oriente a Occidente, y por el que se aventuran cientos de miles de inmigrantes que van del sur al norte, ellos sí en una sola dirección, escapando de los pozos de ignominia y desgobierno en que se convirtieron Haití y Venezuela.

A partir de julio, ese país será gobernado por José Raúl Mulino, el azaroso ganador de las elecciones del pasado domingo. Digo azaroso porque dos días antes de que se abrieran las urnas, Mulino no estaba en las quinielas. Tan solo era la fórmula vicepresidencial de Ricardo Martinelli, el polémico expresidente que gobernó Panamá entre 2009 y 2014, y que finalmente no pudo presentarse como candidato. La justicia, después de ratificar su sentencia en el caso New Business –cobros de comisiones ilegales blanqueadas con la compra de un grupo editorial– lo inhabilitó. No sólo eso. Martinelli tendría que pagar ahora una multa de más de 19 millones de dólares y diez años y ocho meses de cárcel.

Digo tendría, porque el expresidente huyó antes a la Embajada de Nicaragua. El neoliberal, derechista y proyanqui, amén de delincuente, encontró la protección de su némesis ideológica, el socialista Daniel Ortega. Mientras su protegido ganaba las elecciones, él pactaba la protección del vecino autócrata. En la beisbolera Panamá, esa jugada podría describirse como un 'home run' con las bases llenas. Lo ratificaba Mulino en el discurso que pronunció el día de su triunfo. Con su Gobierno, dijo, se acababan «la persecución política», «la manipulación del Ministerio Público», «la manipulación de jueces y magistrados». Traducido a términos más actuales, eso significa que su mentor, inocente víctima del 'lawfare', ya no sufrirá el acoso de jueces ideologizados o perversos. El camino por delante sería el indulto presidencial.

Digo sería, porque la Constitución panameña sólo permite el indulto de crímenes políticos, no de chanchullos como el que ensombrece la reputación de Martinelli. Está por verse si Mulino se las ingenia, al estilo Bukele, para retorcer las leyes y acabar haciendo lo que le dé la gana. En todo caso, como mínimo, el expresidente ya tendría asegurado un salvoconducto para salir de la Embajada y exiliarse en Nicaragua. De manera que en Panamá, como en los Estados Unidos de Trump, en la Venezuela de Chávez o en la Cataluña de Puigdemont, lo que está o estaba en juego con las elecciones no era el buen gobierno, sino la evasión de la cárcel. El mundo ya no tiene ningún ejemplo civilizatorio, eso es lo que habría que decirle a Bolívar. Y que ese es nuestro verdadero y más grande problema.

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