LA TERCERA
España y la educación en la chistera
«La educación española se desarrolla en medio de una gran estafa piramidal. Un sistema que se hace trampas al solitario con jugadas como la de mejorar las tasas de idoneidad escolar a base de facilitar la promoción de un curso a otro. Esta es, de largo, la gran traición intergeneracional en que estamos cayendo como país»
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Apenas arrancado el tercer mes de andadura del nuevo Gobierno, ese que nos salvará del avance de la internacional ultraderechista y que seguirá desplazando hacia delante, para regocijo de todos los españoles, nuestro horizonte de progreso… ¡ya le llegó el turno a la educación! ... Que haya salido a relucir tan pronto, en una dirección levemente anunciada en el programa electoral del PSOE y en nada asomada en el más reciente informe 2023 sobre el estado del sistema educativo del Consejo Escolar del Estado, da cuenta de que, más que abordar en serio sus problemas, la educación es el conejo que tocaba sacar de la chistera esta semana.
El ministerio no es la única administración con responsabilidades educativas que anuncia enmiendas a sí misma estos días (pienso en los estudiantes y profesorado madrileños que este curso se despedirán de Christopher Columbus). Bienvenidas las correcciones si se hacen con razones fundadas y datos sobre la mesa. Pero me temo que estamos aquí ante un caso distinto. Evidentemente nadie propone reforzar algo que va muy bien, pero es que además lo que se anunció este pasado domingo desde La Coruña se nos sirvió en un muy elocuente marco narrativo victimario: «Pese al esfuerzo de nuestros jóvenes, y también de los maestros y las familias, hay asignaturas que son duras de roer para nuestros jóvenes. Me refiero a las Matemáticas y la comprensión lectora». Y ahí, a renglón seguido, Pedro Sánchez nos anunciaba que en los próximos PGE se incorporará una partida específica para financiar un plan de refuerzo en estas materias «para todos los jóvenes que están estudiando en nuestro país».
Sin más información oficial por el momento (que no haya, mientras escribo estas líneas todavía una nota explicativa desde el propio ministerio puede indicar que allí no esperasen salir de la chistera presidencial este fin de semana), parece que el plan consiste en inyectar unos cuantos millones de euros para paliar los malos resultados de España en la última edición del programa PISA de la OCDE (en caída libre y bien acompasados, pues no vamos solos en esto, con la media de países de la OCDE y de la UE). No es que cada uno de nuestros euros no tenga valor, que ningún contribuyente se tome a mal ese «unos cuantos millones de euros», pero es que cualquier medida estructural en educación tiene unos costes enormes. Por lo que conocer el alcance económico y bajo qué criterios se repartirán en unas comunidades u otras es fundamental para saber, al menos, si estamos ante una política educativa del tamaño de un parche o si tendremos que asistir a otra política-de-tirita-desechable más.
Por otro lado, cualquiera que haya palpado lo que es el desfase curricular, a qué se parece, cómo se sustancia, y cómo encoge el corazón de cualquiera con un mínimo sentido de la justicia asistir a sus manifestaciones y, además, se haya tomado en serio el esfuerzo y la dedicación que requiere recuperar el tiempo de aprendizaje perdido o no disfrutado sabe que es una tarea verdaderamente heroica. El desfase curricular tampoco es algo que se resuelva en un curso ni en dos, porque mientras se trabaja en la recuperación de nivel y el achicamiento de las lagunas, el grupo de referencia sigue avanzando (por no entrar en que los compañeros de clases medias y altas verán reforzados diaria y cotidianamente los aprendizajes escolares en sus hogares). Solo si el esfuerzo es continuado y los medios se mantienen firmes y constantes un curso, y otro curso, y otro más, y si, además, se logran esquivar los daños colaterales de la pérdida de aprendizaje durante el verano, quizá, y solo quizá, se logre su plena compensación. La tarea es hercúlea y requiere de una extrema generosidad por parte de quienes quedan encargados de empujar a cada alumno, día a día, a subir la pendiente. Y, en ningún caso, podrá haber atajos a dos medidas costosas pero que son las únicas que sabemos darán resultado para mejorar : la reducción de ratios (grupos más pequeños de alumnos que permitan una atención más personalizada) y la ampliación de tiempo instructivo obligatorio en horario extraescolar y con profesorado capacitado (más horas de clase).
Además, habrá que ver cómo se rima ese plan de refuerzo por áreas con la Lomloe y, más concretamente, con elementos como su generalización del DUA (Diseño Universal del Aprendizaje), con la que se promueven medidas que en la práctica se traducen en disimular públicamente las dificultades de un alumno poniéndole a trabajar en grupo. Lo que pasa es que solo con eso, en demasiadas ocasiones, se están maquillando unas dificultades que persisten y persistirán. También se oculta la desazón que a todo profesor le provocan esa alumna que en 4º de Primaria sigue sin saber leer (algo que debería tener consolidado desde finales de 2º), o ese otro estudiante de 3º de la ESO que no comprende un problema de fracciones y proporciones. Y se evita, claro, también, el malestar escolar al propio estudiante, pero a base de engañarlo a él y a su familia, mostrándole un reflejo falso de su rendimiento educativo.
Y es que, en estos momentos, la educación española se desarrolla en medio de una gran estafa piramidal. Un sistema que se hace trampas al solitario con jugadas como la de mejorar las tasas de idoneidad escolar (uno de los objetivos del plan de Educación y Formación Europa 2030 de la UE) a base de facilitar la promoción de un curso a otro, pero no porque más estudiantes hayan logrado aprender lo establecido sino porque se rebajan las expectativas sobre todos ellos. Y esta es, de largo, la gran traición intergeneracional en que estamos cayendo como país. No solo una mayoría de hijos será más pobre que sus padres, sino que serán además menos cultos.
Y como toda estafa piramidal, inyectar un poco de dinero en el mecanismo no solucionará el problema. Puede, de hecho, bajo determinadas circunstancias, llegar a empeorarlo. Es por eso por lo que, ante anuncios de chistera como el lanzado por el presidente del Gobierno el domingo, pediría a nuestros responsables políticos que se dejasen de trampantojos y pusiesen las cartas boca arriba sobre la mesa donde todos podamos verlas. Abandonen los atajos, las soluciones mágicas a problemas complejos y la formulación de políticas educativas a corto plazo. Faciliten, en serio y de verdad, que administraciones educativas y profesores puedan aumentar la cultura matemática y mejorar las capacidades lectoras de todos sus alumnos y no solo paliar a medias dificultades de alfabetización lingüística o matemática. Háganlo, en serio y de verdad, con una inversión suficiente y estable y una paciencia superior a la que normalmente muestran en el transcurso de una legislatura, incluso cuando cuentan con alianzas electorales estables. Ojalá un gobierno empeñado en serio y de verdad en trabajar por ello.