BALA PEDIDA
Yonquis para nada
No es ya que tengamos mucha afición a la pastillería sino que nos hemos logrado unos adictos a todo lo que nos mata. Somos yonquis para nada. Quiero decir que vamos tejiendo una vida muy carnavalera de fármacos para curarnos de la vida misma, porque ... la vida ya no hay quien la aguante. Está de auge la dolencia mental, y ya tiene más éxito que la gripe. El mal, en rigor, está ahí, en la vida moderna, una vida que nos hemos montado intratable de prisas, instagramers, ignorancias y compromisos. El día no cabe en el día, la emoción nos da fiebre, el trabajo contiene veneno, el mal tiempo nos prepara histéricos y la frustración nos lleva a la depresión, sobre todo en los más jóvenes, que dicen los que saben que ahora les duele un codo y la existencia se les vuelve pesadilla. Los vínculos se aparejan en las redes, o sea, que nadie existe, y a este paso estamos ya a dos domingos de no necesitar un novio o una novia sino un psiquiatra. Yo creo que en el móvil está el enemigo, porque el móvil vino a allanarnos la existencia, hace años, y ahora es el motor de diabólica artesanía que no nos da nada más que malas noticias. A mí el móvil me acojona bastante, según el día, porque igual me ponen dos palabras para anunciarme un despido o bien se me muere alguien querido, con lo que a ver qué hago yo ahora con el móvil de un muerto, dentro de mi móvil, e incluso qué hago con el móvil mismo, donde igual me convocan a una cena que a un velatorio. El móvil no descansa, y así tampoco descansamos nosotros. Hasta te echan la bronca de whassap si no contestas de urgencia un mensaje, como si fuerámos teleoperadoras, que es más bien lo que sí lo somos. El móvil ya no es un útil artefacto sino un susto insomne. Como la medicina avanza que es una barbaridad, nos vamos preparando una longevidad segura, pero sobre todo un porvenir de enfermos crónicos. De modo que vamos a tener mucho tiempo para seguir sin tiempo, entre disgustos y farmacopea. Nos hemos hecho yonquis para nada.