bala perdida
El Rey y la parienta
Ni novia, ni amante, ni cariño, ni rubia, ni nada así. Parienta. Fue la parienta
El turista sospechoso
Puigdemont y Alvise
De todo el cancán verbal de Don Juan Carlos y Bárbara lo más importante, yo creo, es que el Rey llama parienta a la artista. Parienta, sí, parienta. Ahí está el meollo escueto del asunto, que deja esclarecida la categoría de la relación, o ... sea, un noviazgo más paella, y luego asienta a Don Juan Carlos de heteropatriarcal perdido, porque parienta es término del diccionario alegre de la España del destape, que es la suya, y la de Fernando Esteso y Pajares. La palabra parienta es el eje de esta historia que todos conocíamos, salvo la foto de tórtolos, que es la foto que concreta sobre Don Juan Carlos la difícil condición de famoso del colorín, como Cristiano Ronaldo, o como Edmundo Arrocet, el cómico que estuvo cerca de la 'vedette'. Todo este merecumbé radiofónico entre la guapa y el Rey lo veo yo más bien póstumo, porque el amor o amorío ya estaba más bien difunto en el temario de peluquería, y casi nos interesa más Corinna Larsen que Bárbara Rey, aunque Bárbara es nuestra sueca de Totana, eso sí. La palabra parienta la han usado mucho los comicastros de la Transición, los nuevos ricos de Burgos, la mitad del gremio de la albañilería y algún mandamás con yate o similares. Pero no sabíamos que el Rey también gastaba la palabra parienta para aludir no a la parienta propiamente dicha sino a la rubia que se nos vino de la huerta a los cabarés de lentejuela. De modo que Bárbara era una más de la familia, porque eso decide la palabra, y el Rey uno más de su generación, porque se delata poeta de un diccionario de garrafón, aunque acabó reverenciando luego la filología de Chiquito de la Calzada y no la de Torrente. Puede estar tranquila Bárbara Rey ante aquellos que dudan de la hondura del vínculo entre ella y el Rey. Ni novia, ni amante, ni cariño, ni rubia, ni nada así. Parienta. Fue la parienta. El término tiene una mitad de vulgaridad conyugal y otra mitad de urgencia generacional. Para que lo entendieran hasta los espías.