bala perdida
Puigdemont y Alvise
Alvise y Puigdemont se empeñan en resultar flores de chulería del folclore nacional, aunque los dos andan por Europa
Bigote del folclore
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Iniciar sesiónVaya de arranque que Alvise y Puigdemont, Puigdemont y Alvise, dos señoritingos, me dan poca inspiración para el soneto de la columna, pero me han salido dos obstinados en la novedad última, y así me orillan, merecidamente, la causa de glosar a una cabaretera ... rubia, o bien retratar a algún muerto ilustre, que son dos asuntos que apañan muy bien la prosa de causa alegre de un domingo. Alvise y Puigdemont se empeñan en resultar flores de chulería del folclore nacional, aunque los dos andan por Europa, o precisamente por eso. Alvise se señala culpable de pillar el billete sin factura, para el discotequeo de su campaña, y Puigdemont apela a la autoridad española para enderezar lo suyo, que es una indefensión de buen sueldo y peluquero puntual. Los dos tienen España en su cabeza, sólo que cada uno a su manera: Puigdemont para acordarse de nosotros, cuando truena, y Alvise para solicitar a muchos la cárcel, cuando igual quien tiene cárcel pendiente es él. Quien no vea en estos dos tíos a un españolazo es que no se entera, coño. Puigdemont apela a la autoridad española, ahora, pero él no reconoce esa autoridad, así en general, porque lo fetén y lo próspero y lo inclusivo es Cataluña. Alvise aconseja que, si se puede, se eluda un impuesto, y esto es, quizá, lo más claro que le he oído yo desde su doctrina de internet, entre el brinco de vidente y el salvapatrias de merendero. Los que le aplaudían tantas gracietas ahora le ajustician, como si hasta anteayer mismo estuvieran ante un primo de Platón, y no ante un charlatán que pilló la pasta y salió corriendo. Puigdemont es un trapecista de estar siempre en medio, con su mirada de esquina, su trajecito de pasante, su altanería de chalaneo. Ibamos pensando que Junts ha resultado el partido más perdulario de la democracia, pero ahí están la infanterías alegres de Alvise, que pescó sitio con una tesorería a espaldas del fisco. Somos la verbena espiritual de Europa, pero estas gentes del garrafón del folclore no las merecemos.
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