el batallón

Obediencia debida y punto final

Si con la amnistía acabamos pidiendo perdón a los golpistas, sería el Estado el que terminaría obedeciendo a Puigdemont

De qué demonios se hablará ahora en el metro

«Dientes, dientes; que eso es lo que más les j...»

Sólo fueron obedientes. Cerdán tomó nota de lo que Boye les iba diciendo. «Copia lo que te voy a decir, Santos, literalmente que tú no entiendes nada de esto. La amnistía será así...». Gonzalo Boye –exconvicto por secuestro, exeditor de tabloides digitales de progreso, abogado ... de Puigdemont y asesor financiero del narco Sito Miñanco– dictó punto por punto a Cerdán qué delitos de los golpistas del 'procés' debían ser borrados y qué alcance debería tener la amnistía. El papel con las órdenes llegó luego a La Moncloa y allí el equipo redaccional de Bolaños se puso a la tarea de dar forma a aquel recontradiós. Tiembla la memoria de Eduardo García de Enterría, Rodrigo Uría, Joaquín Garrigues, Federico de Castro y Alejandro Nieto, y del resto de los eminentes juristas que en España ha habido, cada vez que Bolaños se pone a rematar (nunca mejor elegido el sufijo) una ley. Tiene el superministro una fama inmerecida de solvente jurista remendador de entuertos legales. Si el texto ya traía fallos estructurales calamitosos, Bolaños completó el despropósito con aportaciones de similar hondura y eminencia que las contenidas en el segundo fascículo de 'El abogado en casa', el coleccionable que animaba a cualquier persona a convertirse en un jurisconsulto de altura.

Pero sólo fueron obedientes. Boye obedeció a Puigdemont, Bolaños a Boye, los diputados socialistas a Bolaños, que obedeció a su vez a Sánchez, que obedecía a Puigdemont, y así se cerraba el círculo. Era imposible que aquello acabase bien y ahora el Supremo, que condenó a los malhechores, se frota las manos aplicando su ley. A su lado, la calamitosa ley del 'sólo sí es sí' podría haber ganado el premio San Raimundo de Peñafort al texto legal del año.

Sólo fueron ciegamente obedientes, decimos, y ahora se encomiendan a Pumpido para que, una vez que le ha arreglado al PSOE el desfalco de «esa cosa que llaman los ERE» (María Jesús Montero dixit), les solvente la papeleta cuando los golpistas no amnistiados recurran al TC. Tiene Pumpido una cuestionable fama de jurista solvente y no lo es, pues toda su pericia se basa en el rompe y rasga, es decir, que hace desaparecer la malversación porque sí y ya está. No hay finura en su técnica, ni ciencia jurídica, ni hermenéutica jurisprudencial. Recordemos que su máxima aportación al Derecho español fue aquello de «las togas manchadas del polvo del camino».

Porque Pumpido será obediente a Sánchez, lo mismo que el exministro Campo, lo mismo que la exdirectora general de Moncloa, lo mismo que la jurista condecorada por Griñán, colocados en el TC para consolidar la mayoría de progreso. Luego dicen de Trump colonizando el Supremo de EE.UU... Olvida esta legión de dóciles bienmandados, esta colección de almas sumisas que confunden la lealtad con la sumisión al líder, olvidan todos ellos –decimos– cómo suelen terminar las leyes de obediencia debida: condenadas por la historia. Si se salen con la suya, si con la amnistía acabamos pidiendo perdón a los golpistas, sería el Estado el que terminaría obedeciendo a Puigdemont. Sería el punto final del Estado de derecho en España.

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