el batallón
De qué demonios se hablará ahora en el metro
El asunto del CGPJ puede regresar al transporte público después de que Bolaños se haga de vientre sobre el pacto que firmó 24 horas antes con el PP
«Dientes, dientes; que eso es lo que más les j...»
Fuese y no hubo nada
No sé de qué demonios va a hablar la gente en el metro y el autobús ahora que se ha firmado el acuerdo para desatascar la renovación del CGPJ. De entre todas las hipérboles discursivas de la última década, aquella de Pilar Llop, por ... entonces ministra de Justicia, es quizá la más esmeradamente ridícula, con permiso del laborioso rosario de sandeces que procura semanalmente Patxi López, convertido últimamente en orgulloso comentarista hasta del cartel de las fiestas del barrio de Chueca. Es estremecedor echar la vista atrás y ver las altísimas magistraturas que López ha hollado con ese nivel de razonamiento, aunque bien mirado, de inmediato, uno toma aire y se consuela al pensar que la política española sigue siendo una tierra de oportunidades para todo el mundo independientemente de sus capacidades.
Pero Pilar Llop no debe dar todo por perdido pues aún puede regresar el asunto del CGPJ a la parrilla de temas de los que la gente habla en el metro, alzándose como prioritario, o al menos compitiendo, con el papel de España en la Eurocopa, la detención del Yoyas o el embarazo de la hija de Terelu. Sobre todo si nos atenemos al discurso de Bolaños haciéndose de vientre sobre el contenido del acuerdo que sólo unas horas antes él mismo había firmado con Pons en Bruselas, al asegurar que ese papel no compromete al PSOE con nada y que lo acordado con los populares no es vinculante para los socialistas. Ole, ole y ole... Esto supone una novedad en la praxis negociadora del PSOE pues, por ejemplo, lo acordado con el golpista Puigdemont sí que se está cumpliendo escrupulosamente. De hecho, el primer intento de regatear las exigencias del prófugo (que la amnistía fuera total, de la malversación al terrorismo) tuvo un humillante regreso a la cruda realidad tragando Sánchez literalmente con todo. Con el apéndice extraído quirúrgicamente hace unos días, parece que también abandonó el cuerpo de Bolaños el último resquicio de vergüenza política, de ese mínimo rubor que uno ha de tener para no decir en público exactamente lo contrario de lo firmado solo unas horas atrás. Y con la UE en el papel de notario, pues quedó una copia en Bruselas del compromiso expreso del PSOE, por él mismo rubricado, de cambiar el sistema de elección de los vocales del CGPJ para 'despolitizar' la Justicia.
Todo les da igual, viven en un mundo paralelo donde no existe sonrojo, turbación o azoramiento alguno en su inextinguible idilio con la mentira o el ridículo. En el caso concreto de Bolaños, en su condición de 'triministro' plenipotenciario, tiene hiperdesarrollada esa imperturbabilidad (aquello que los griegos llamaban ataraxia) ante el embuste, la patochada o lo grotesco. Hoy por hoy, la única kriptonita que ha conocido Bolaños es la jefa de Protocolo de la Comunidad de Madrid, que evitó que se colase en la tarima presidencial de aquel Dos de Mayo en el que en el metro y el autobús, según Llop, no se hablaba de otra cosa que del CGPJ.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete