Casa de fieras

Antonio Famoso murió solo, pero no fue el único

Nadie notó el olor que desprendía un cuerpo muerto desde hace 15 años porque todo el barrio ya apestaba

Que no oliera a muerto en el número 6 de la calle Luis Fenollet, en Valencia, no era una casualidad. El barrio entero apestaba. Apestaban los vecinos que no quisieron saber. Apestaban los comercios que no quisieron preguntar. Apestaba la comunidad de vecinos porque el ... muerto pagaba. Apestaba su familia, que tenía el esqueleto de Antonio esperando como lo hacen los que ya dejaron de esperar. Apestaba la Administración, que pagaba religiosamente el numerito que era en el sistema. Apestaba el banco demostrando, una vez más, que si tienes dinero en la cuenta lo de menos es estar vivo. Apestaba su amigo Rafael, que ni era amigo ni era nada. Apestaba el del bar de siempre, que ni siquiera se dio cuenta de si Antonio vino ayer. Apestaba la compañía de luz, donde nadie pensó que allí no se encendía nada. Apestaban los de la empresa de agua, pues nadie abría un grifo mientras todo se secaba. Apestaba el vecino que recogía sus cartas por miedo a que los okupas ocuparan. Apestaba su médico de cabecera, su dentista y su corredor de seguros. Apestaba el administrador de la finca, que ayer hablaba sorprendido diciendo que Antonio siempre acudía a las reuniones de vecinos, aunque la última fuera en 2013. Apestaban unos hijos que no supieron perdonar por muy lo que fuera que no sabemos porque nadie nos lo va a contar ahora.

Nadie quiso preguntar por Antonio Famoso tras el Covid, la invasión de Ucrania, la DANA o las olas de calor. Nadie quiso preguntar por Antonio por si tenía nietos o alguien cerca, aunque estuvieran lejos. Nadie quiso preguntar por Antonio durante 15 nochebuenas ni 15 cumpleaños. Nadie quiso preguntar por Antonio, que siendo español solo podía apellidarse Famoso. Nadie quiso preguntar por si Antonio vendía el piso ahora que España está en venta. Nadie quiso saber si Antonio estaba, porque para todos ellos daba lo mismo que estuviese o no. Cuando por fin abrieron la puerta, Antonio llevaba quince años muerto. Aun así, lo peor no era eso. Lo peor es que nadie había notado que también llevaba quince años muriéndose el resto. Antonio Famoso murió solo, sí. Pero no fue el único. Se empieza dejando de saludar en el rellano y te la termina soplando si el de la puerta de al lado lleva cinco, diez o quince años muerto. Todo el mundo va a la suyo excepto yo que voy a lo mío. Para qué preguntar por alguien que forma parte del paisaje de tu vida, aunque no sea ni tu asegurado, ni tu vecino, ni tu cliente, ni tu padre, ni tu abuelo, ni el cabrón que se marchó porque no supo ser ninguna de las cosas anteriores. Qué importa si Antonio Famoso era o no un buen padre, un buen vecino o un mal amigo. Lo que importa es lo que somos el resto. Y creo que ha quedado muy bien retratado.

Nadie notó el olor que desprendía un cuerpo muerto desde hace 15 años porque todo el barrio ya apestaba.

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