La Alberca
Los síes de Sánchez
El candidato está en su salsa porque no le compromete a nada pactar medidas con Sumar que luego va a tumbar otro de sus socios de investidura
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El pacto del PSOE con Sumar, de Pedro con Yolanda, me trae al recuerdo un viejo estribillo del folclore gaditano que dice así: «Puede ser que sí,/ puede ser que no:/ esa es la verdad,/ te la digo yo». Los síes de nuestra política contemporánea ... son líquidos, inasibles y hasta tornables. Hubo un tiempo no muy lejano en el que un sí era para siempre. Los interlocutores se fajaban en la mesa de negociación y trataban de abatir a su adversario por cansancio, pero cuando los dos se daban la mano y se daban el sí, no hacía falta firma. Ahora, en cambio, ni la firma vale. O, como dicen los corredores antiguos, el que firma es el que pierde. El PNV aprobó los presupuestos de Mariano Rajoy y una semana después lo destronó en la moción de censura contra la corrupción. Desde entonces, la palabra dada es un bien en declive. Hasta los toreros dejan tirados a sus apoderados en mitad de temporada. La célebre canción de los hermanos García Segura suena como un arcaísmo entre las maracas de Machín: «Sin firmar un documento/ ni mediar un previo aviso,/ sin cruzar un juramento/ hemos hecho un compromiso». Qué cosa más antigua.
El compromiso que firmó ayer Pedro Sánchez con Yolanda Díaz, o viceversa, vale tanto como el vacío. Es un sí canjeable por un no. No tiene escrituras porque Sánchez no cumple ni lo que él mismo ha redactado sobre papel timbrado. Pero en esta ocasión, además, ningún sí le somete. La aritmética parlamentaria le permite jugar a que sean sus propios socios los que tumben las exigencias de los otros con él de espectador. Por ejemplo, aceptar el acuerdo con Sumar para recortar a 37,5 horas la jornada laboral o encarecer el despido es totalmente gratis para Sánchez. Le basta con que vote en contra el PNV. A su vez, la exigencia de Ortuzar de que se cree un sistema de arbitraje en el País Vasco que eluda al Tribunal Constitucional la puede rechazar Yolanda Díaz. Se trata de ir buscando en cada caso a un socio que se cargue la propuesta del otro. Así el presidente, una vez lograda su investidura, no podrá ser acusado por ninguno de sus aliados de incumplimiento del contrato. Él tramita lo que sea y el Congreso lo para. Luego, cuando la ingobernabilidad sea insoportable y este galimatías impida la aprobación de los presupuestos, Sánchez se nos presenta como un mártir que tiene que volver a celebrar elecciones porque no puede consentir las barbaridades que le imponen sus socios. Y ya está. Entonces criticará como un gran estadista su propia ley de amnistía, su propuesta de calendario laboral, su intento de establecer una relación bilateral de las comunidades históricas con España...
Sánchez ya ha demostrado que sus síes son monedas de cambio, no convicciones. Y que lo que promete y pacta puede ser que sí o puede ser que no. Esa es la única verdad en este contexto en el que, como también se canta por el Sur, «el aire lleva mentiras:/ el que diga que no miente/ que diga que no respira».