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LA ALBERCA

La España Z de la Princesa

El juramento de Leonor garantiza la estabilidad de las libertades y la eterna juventud de nuestra democracia

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Alberto García Reyes

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El progreso tiene muchos parámetros: la economía, la igualdad, el bienestar social, la estabilidad política... Pero hay uno más difícil de cuantificar, más subjetivo, que, sin embargo, sobrevuela todos los demás: la felicidad. El escritor Andrés Oppenheimer concluye en su libro '¡Cómo salir de ... pozo!' que uno de los factores que más contribuyen a la prosperidad de un país es la serenidad, la certeza de que ninguna convulsión externa puede alterar la paz interna. Y viendo el sosiego con el que España ha esperado detrás de las vallas el paso de la Princesa Leonor hacia el Congreso, ojiplática la soberanía popular y empática la heredera al trono, puede aseverarse sin ambages que la Monarquía parlamentaria es el principal estabilizador del progreso español, el epicentro de la calma que compensa todas las tensiones políticas y que, por tanto, las ampara. Gracias a ese pilar de carga, el edificio de la libertad que se levantó con la Constitución de 1978 puede soportar cualquier terremoto. La mejor prueba de estrés para confirmar la solidez de la Monarquía en España es que en las instituciones públicas del Estado cuya jefatura ostenta el Rey caben los republicanos. Y en ese contexto de máxima tolerancia, la puesta de largo de Leonor supone el cenit de nuestro desarrollo como país de vanguardia. Porque la Casa Real nos pone siempre un espejo en el que se refleja la España cotidiana, la que se adapta a su tiempo y asume las obligaciones con naturalidad.

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