LA ALBERCA
La España Z de la Princesa
El juramento de Leonor garantiza la estabilidad de las libertades y la eterna juventud de nuestra democracia
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Iniciar sesiónEl progreso tiene muchos parámetros: la economía, la igualdad, el bienestar social, la estabilidad política... Pero hay uno más difícil de cuantificar, más subjetivo, que, sin embargo, sobrevuela todos los demás: la felicidad. El escritor Andrés Oppenheimer concluye en su libro '¡Cómo salir de ... pozo!' que uno de los factores que más contribuyen a la prosperidad de un país es la serenidad, la certeza de que ninguna convulsión externa puede alterar la paz interna. Y viendo el sosiego con el que España ha esperado detrás de las vallas el paso de la Princesa Leonor hacia el Congreso, ojiplática la soberanía popular y empática la heredera al trono, puede aseverarse sin ambages que la Monarquía parlamentaria es el principal estabilizador del progreso español, el epicentro de la calma que compensa todas las tensiones políticas y que, por tanto, las ampara. Gracias a ese pilar de carga, el edificio de la libertad que se levantó con la Constitución de 1978 puede soportar cualquier terremoto. La mejor prueba de estrés para confirmar la solidez de la Monarquía en España es que en las instituciones públicas del Estado cuya jefatura ostenta el Rey caben los republicanos. Y en ese contexto de máxima tolerancia, la puesta de largo de Leonor supone el cenit de nuestro desarrollo como país de vanguardia. Porque la Casa Real nos pone siempre un espejo en el que se refleja la España cotidiana, la que se adapta a su tiempo y asume las obligaciones con naturalidad.
Así como los chavales de mi generación estamos seguros de que Felipe VI tuvo en La Zarzuela un cuartel de Playmobil, lloró con la muerte de Chanquete, intentó hacer el 'moonwalk' de Michael Jackson en el salón y jugó al 'Stop the express' en el Spectrum, los coetáneos de Leonor saben que tiene una Playlist en Spotify en la que no faltan Billie Eilish, Dua Lipa o Aitana, que ve Tiktok e Instagram, que tiene una cuenta en Netflix o que ha cazado algún Pokemon en los jardines. Son españoles corrientes en la mejor acepción de la palabra. Pero también son una garantía de conservación de los valores del progreso porque han sido comprometidos por el pueblo español a cumplir una encomienda ineludible. Nos representan. La Princesa Leonor es un ejemplo y una esperanza sólida para la generación Z, esa España que no ha conocido otro régimen que la democracia, la que no teme a la amenaza populista porque sabe que el Estado de Derecho es un edén, la mejor formada de la historia, la que exclama los vivas a la Constitución y al Rey con traje blanco de pureza, la que tiene el reto de remontar el paro juvenil, la que cree en la pluralidad tanto como en la ley, la que lucha por un horizonte de expansión y de felicidad. La suerte de este país es que la Monarquía es el centro de la circunferencia, la viga maestra del sistema de libertades, la pátina de carbono que la hace irrompible. Y Leonor ha jurado que va a cumplir ese papel moderno y reformador como protectora de la España Z, eterna juventud de nuestra democracia.
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