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La Alberca

Culpas compartidas

La Constitución es la glorificación del consenso, por eso tiene más vigencia aún en este periodo de tanta discordia

Un avatar de Sánchez (28/11/2023)

Rosalía es populista (21/11/2023)

Alberto García Reyes

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En el maremágnum social de hoy, mitad atrabiliario, mitad indolente, la Constitución de 1978 es un salvavidas. Hubo en España un consenso no tan lejano, hace apenas 45 años, que el populismo intenta devastar ahora con la lacerante connivencia, por mero interés aritmético, del PSOE. ... El naufragio de la socialdemocracia, que durante estos nueve lustros ha sido el pegamento de todas las pulsiones ideológicas en aras de la concordia, está llevando al país a un abismo sociológico muy inquietante. La degradación institucional, la liquidez de la división de poderes, la insolidaridad territorial y el establecimiento de la mentira como arma política son heridas que la Carta Magna puede ir suturando gracias a su inmensa solidez, fraguada por una clase pública que fue capaz de renunciar a sus dogmas en beneficio del bien común. La Constitución es un palacio en el que cabemos todos en régimen de igualdad, es decir, es el gran templo de la convivencia y de la unión de los españoles. Por tanto, todo instinto segregador, material o inmaterial, territorial o ideológico, atenta contra el espíritu del texto más luminoso de la Historia de España. Pero a este precipicio no nos hemos asomado sólo por culpa de una parte. Las responsabilidades están compartidas.

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