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Voces de la libertad

YA no vale el cuento de la gusanera reaccionaria. Los disidentes actuales del castrismo no son neoliberales deslumbrados por el fulgor de Miami sino los nietos de una revolución fracasada en un marasmo de desesperanza. A gente como el negro Zapata o la bloguera Yoani ... no les caben los despectivos descalificadores propios del neoestalinismo; son -eran, en el caso del pobre albañil victimado por la crueldad de esa tiranía carcelaria- miembros de una generación cansada de yugos que no sueña con horizontes de codicia capitalista sino con un simple paisaje de libertades cotidianas, una atmósfera social emancipada de consignas sectarias y de dogmas trasnochados. Su rebeldía no es contra el igualitarismo sino contra la intolerancia; ni siquiera contra el socialismo sino contra un régimen policial, represivo y asfixiante que se sostiene sobre una red de delatores emboscados en los pliegues del vecindario, las amistades y hasta las familias. En una democracia normal, esos opositores serían militantes de izquierdas, activistas de los derechos humanos, miembros de oenegés solidarias; en la Cuba fósil del tardocastrismo se trata de resistentes agónicos que intentan mantener vivos los rescoldos de una débil llama de libertad.

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