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Manuel Lucena Giraldo - La Tercera

Por un 12 de Octubre hispano y global

«La agresividad simbólica y emocional, el supuesto acto creador representado en matar unos abuelos imaginarios, solo logra destruir patrimonio público. Es hora de pensar lo hispano como comunidad global con valor y sentido: el 12 de Octubre sirve si celebra el futuro»

Manuel Lucena Giraldo

En uno de los muchos episodios extraordinarios de ‘Cien años de soledad’, cuenta Gabriel García Márquez que sus respectivos parientes intentaron evitar el matrimonio de Úrsula Iguarán con José Arcadio Buendía, de linajes aragonés y criollo colombiano (es decir, ‘español americano’), porque eran primos entre ... sí. En verdad, «estaban ligados hasta la muerte por un vínculo más sólido que el amor: un común remordimiento de conciencia». Habían crecido juntos en la antigua ranchería caribeña que los antepasados de ambos, europeos, españoles, americanos y africanos, juntos además de revueltos, habían transformado con su trabajo y buenas costumbres en un paisaje humanizado. Eran gente de frontera y de trabajo duro, en la imaginación del literato y en la realidad histórica en la que este se inspiró. Allá en el Caribe la vida cotidiana, tan lejana de las postales con palmeras, mojitos y arena blanca, es muy exigente, agotadora. Aunque el matrimonio de Úrsula y José Arcadio «era previsible desde que vinieron al mundo», cuenta Gabo, cuando expresaron la voluntad de casarse sus parientes trataron de impedirlo, pues temían «que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran por la vergüenza de engendrar iguanas». La potente metáfora literaria expresó la imposibilidad, según él, de escapar a los designios y luchas heredadas de los ancestros. Todos estamos atrapados por nuestra genealogía, vino a decir: lo que ocurre con el pasado es que ni siquiera ha ocurrido. Mas tenemos la libertad de ignorarla para rehacernos y dejarnos de marrullerías deterministas sobre la supuesta ‘identidad’, ese invento de los totalitarismos populistas que hace tanto daño a las sociedades abiertas y, en suma, a la felicidad humana. De lo que se trata, a fin de cuentas, es de vivir mejor y más felices, del mismo modo que decidimos, en familia, ignorar y olvidar, por ejemplo no volver a mencionar un pariente tóxico que es como un mal dolor de muelas.

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